El despropósito de la presión

La presión es eso que te ocurre desde que naces hasta que te haces mayor.

    06 jul 2015 / 10:03 H.

    Es esa sensación de no saber por qué, pero sí saber que tienes que sacar algo adelante, pero sin saber la razón exacta. Muchos creen que la presión nos la plasman nuestros padres al nacer. Otros creen que se adquiere conforme crecemos. Yo, sin embargo, creo que la presión reside en nosotros mismos, en nuestra atmósfera mental. Desde pequeño, en mi caso personal, mi presión ha sido enorme, y eso sin haber tenido unos deberes realmente duros o importantes. Recuerdo esos momentos en Bachillerato y en la ESO, en los que aprobar un examen se convertía en un logro al alcance de pocos. Si no lo aprobabas, la pesadumbre que tenías durante todo el día era horrible. Y mejor no pillaras a tu padre con mal día al suspender un examen. Eso sí que era educar, sin medias tintas. De todas formas, la presión no es recomendable, pues la presión no es más que estrés, y el estrés conlleva muchos problemas tanto físicos como psicológicos al individuo. El objetivo, en este sentido, del ser humano es el de buscar un consenso entre un estado y otro: El de despreocupación y el de responsabilidad. Yo mismo, estoy harto de oír que parezco alguien tranquilo. Y sí, es que la gente confunde tranquilidad con responsabilidad. La responsabilidad es un bien, pero cuando se convierte en presión, se transforma en un despropósito del que solo podemos salir al volvernos locos o cambiar todos nuestros hábitos de vida. La presión puede ser una enfermedad.