El clavo ardiendo
La fórmula 'elecciones=soluciones para todo', no falla jamás. Si usted no está de acuerdo con el tranvía, arma electoral de pleno recurso, o se la pela si lo pagan todos los ciudadanos o sólo unos pocos (recuerdo cuando mi madre se 'aventuraba' a comprarme algo, y pese a que no fuera de mi agrado,
lo aceptaba porque no me iba a ver en otra), el gobierno local le da la solución: más vagones, más recorridos, llegamos a todas partes, te subo al quinto sin ascensor si es preciso; la oposición, que para eso lo es, que si tala de árboles, que si es un lastre económico (parece que las cuentas de momento les avalan). ¿Qué usted sufre de baches en sus alrededores? No hay nada como un vertido de alquitrán, si es posible, días antes de votar, para que lo caliente del asfalto consiga que se le refresque la memoria. ¿Qué usted tiene olivos o vive de ellos? Ahora, repito, ahora, y no antes, la Alcaldía muestra su apoyo más rotundo al olivar. ¿Usted no tiene campos para practicar deporte? Nada, nada, mire usted, que le ponemos uno de golf por aquí y le prometo varios de fútbol para allá. ¿Que la Universidad reclama terrenos? Que hay más terrenal que una coalición. Miraremos por los barrios, nos centraremos en los que nunca nos centramos y nos acercaremos a quien pronto olvidaremos. Más que agarrarse al clavo ardiendo, es algo como el juego ese de mano izquierda en círculo amarillo, sí, ese en el que nos enredábamos. Ahora que reflexiono (que pronto vendrá la jornada para ello), estaba eso más cerca del kamasutra que de una partida inocente. Y ya se sabe, el hombre (y la mujer, ojo) promete y promete, hasta que lo mete. El voto en las urnas, claro está.
Francisco J. Peinado es profesor de Formación Vial