El “ciberdelito” enseña el lado más tenebroso de la tecnología

Un desliz, un archivo compartido y la intimidad mejor guardada queda expuesta a la vista de todos. La violencia cibernética está de moda. Los delitos contra la intimidad y las coacciones derivadas de la exhibición de fotos o vídeos con contenido sexual más allá del ámbito privado han pasado de ser casi una vergonzante anécdota hace unos años a experimentar un repunte importante en la actualidad.

04 ago 2015 / 11:25 H.

Los guardias civiles y policías especializados en este tipo de delincuencia despachan media docena de casos al mes: “Una cifra más que preocupante”, asegura un miembro de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Comisaría de Jaén, encargada de estos asuntos. “Son numerosas las denuncias realizadas por alumnos de institutos y jóvenes que relatan insultos y vejaciones a través de las redes sociales”, remarca el fiscal Cristóbal Jiménez, el coordinador del Área de Delitos Informáticos en su última memoria.

Hace unos años, eran casos aislados; en la actualidad, están a la orden del día y algunos de sus autores, incluso, han dado con sus huesos en la cárcel. Ocurrió con un joven de un instituto de Siles, al que le cayeron dos años y un día de prisión por enseñar en clase un vídeo erótico de una menor, también alumna del mismo centro educativo. La grabación recogía a la chica manteniendo relaciones sexuales con su novio cuando era menor de edad.

El fenómeno de la ciberdelincuencia contiene varias categorías y, entre ellas, la más repetida es la difusión de información íntima en la red sin consentimiento de la víctima, aunque no necesariamente de contenido sexual. Se da, sobre todo, entre los jóvenes. Parejas que se graban manteniendo sexo o intercambian fotos o vídeos de contenido erótico entre ellos. Lo que se conoce como sexting —una mezcla de “sex” (sexo) y el verbo inglés creado para el envío de sms texting—. O en situaciones de desinhibición total como juergas, borracheras, consumo de drogas... Después, esas imágenes “aparecen” en Facebook, Twitter, se distribuyen por Whatsapp entre el círculo de amigos de la víctima... Se hacen virales y consiguen el objetivo buscado de hacer daño.

Otras conductas comunes de violencia cibernética son el contacto reiterado y no deseado por otras personas a través de la red, la suplantación de identidad, las amenazas graves y las injurias y calumnias. Muchas son situaciones relacionadas con la violencia machista: Hombres que quieren controlar cualquier paso que dan sus parejas y que no dudan en invadir su intimidad, con lo que cruzan la línea del delito. A mediados del pasado mes de julio, la Policía Nacional detuvo a un veinteañero de la capital, acusado de instalar una aplicación espía en el teléfono móvil que le había regalado a su novia. Pocos días después, un informático de la capital era condenado a dos años de prisión por acceder al correo electrónico de la que todavía era su mujer porque sospechaba que ella mantenía una relación sentimental con otro hombre a través de la red. “Tenemos casos similares a este prácticamente todos los meses”, sostiene un agente de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Jaén.
Pese a que no existe una estadística clara sobre los delitos contra la intimidad cometidos a través de páginas web, foros, redes sociales..., los jueces, los fiscales y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado sí que advierten de un incremento de estas actividades delictivas: “El autor y la víctima tienen o han tenido una relación sentimental o de amistad que, por los motivos que sea, se rompe de mala manera. A partir de ahí, entra en acción el despecho y las ganas de venganza”, explica Alfonso Ruiz Piote, inspector jefe de la UDEV, la unidad de la Policía encargada de investigar estos asuntos. “Son casos que casi siempre se resuelven, porque la informática deja rastro y las tecnologías no saben guardar secretos. Lo que ocurre es que son muy laboriosas”, añade.
El sufrimiento que padecen las víctimas de estos delitos es enorme. Una de ellas relató ante un tribunal de Jaén el calvario que vivió después de que un vídeo en el que se la veía manteniendo sexo con un antiguo novio se difundiera a través de “Whatsaap”: “Me tuve que mudar del pueblo, porque no podía soportarlo”. Es el lado tenebroso de las nuevas tecnologías.