El chófer de la coca está "desaparecido en combate"

Rafael Abolafia/Llanos del Sotillo
A Juan Francisco Trujillo Blanco, “el chófer de la coca”, no le han visto el pelo en Llanos del Sotillo desde hace días. “Está desaparecido en combate”, asegura, entre carcajadas, uno de los vecinos de esta pedanía iliturgitana.

    13 ene 2012 / 11:12 H.

    Dicen los que allí viven que el conductor que ha abierto la caja de los truenos del caso de los ERE llevaban un elevado tren de vida para ser tan solo un chófer.
    Una televisión de ámbito nacional apostó ayer a las puertas de la casa de Juan Francisco Trujillo una unidad móvil, coronada con una gigantesca antena parabólica. No es el único detalle que hace pensar que esta vivienda, ubicada en la calle Madreselva, es diferente a la de los vecinos. La casa, que está cerrada a cal y canto desde hace varios días, tiene un llamativo color albero (todas las demás están encaladas de blanco). Además, en uno de sus laterales salen a la calle, nada más y nada menos, que seis motores de máquinas de aire acondicionado. “Este hombre ha vivido muy bien toda su vida”, asegura otro de sus vecinos, que circula en motocicleta y que se detiene ante la nube de periodistas que hace guardia en la calle Madreselva.
    Según las declaraciones ante la Policía del propio Trujillo Blanco, medios económicos no le han faltado, sobre todo desde que conoció a Francisco Javier Guerrero, director general de Empleo y principal implicado, hasta ahora, del escándalo de los ERE. Fue su chófer desde 2001 y, tal y como ha revelado, fue este alto cargo el que le enseñó a crear empresas fantasma para cobrar subvenciones, un dinero que luego ambos se gastaban en fiestas, lujos y drogas.
    Desde que Juan Francisco Trujillo soltó esta bomba a los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Comisaría de Jaén, el chófer de la coca no se ha dejado ver. Su casa está cerrada a cal y canto. En su interior hay gente. Se oyen voces masculinas, el panadero deja el pan a primera hora de la mañana y hay un canario enjaulado que disfruta del sol del mediodía. Sin embargo, nadie contesta cuando se toca el timbre. Tampoco nadie responde al teléfono desde hace unos días. Personas del entorno de Trujillo aseguran que no habla por consejo de su abogado, un conocido y prestigioso letrado de la capital.
    En poco más de una semana, este iliturgitano de tan solo 46 años, casado y con una hija de 20, se ha convertido en la persona más buscada por “tirar de la manta”. Su declaración es, hasta ahora, la prueba más consistente que tiene la juez Mercedes Alaya en el caso de los EREs, que investiga la existencia de una posible trama que pudo defraudar cantidades millonarias de fondos públicos destinados a la creación y el mantenimiento del empleo. En su adolescencia, estudio en la Escuelas de la Sagrada Familia. Hizo formación profesional y, pronto, se vinculó al PSOE. Por entonces, según cuentan sus paisanos, su única ambición era conseguir un empleo. Comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de Andújar como conductor de algunos de los concejales de la Corporación que entonces presidía el socialista Ángel Menéndez. Cuando el alcalde fue nombrado delegado de Economía, le comentó que había una plaza libre como conductor en la Junta. Y Juan Francisco Trujillo no desaprovechó la oportunidad y consiguió el empleo.
    Trabajó para el propio Menéndez y, después, para Francisco García, que fue delegado de Empleo y, posteriormente, director general de la Consejería. Con él se marchó a Sevilla y, en 2001, se convirtió en el conductor de Francisco Javier Guerrero. Desde entonces, el chófer comenzó a tener un elevado tren de vida. Algo muy llamativo para un simple asalariado. En su pueblo, poseía la fama de “conseguidor”, de tener influencias ante la Junta de Andalucía. Y sus paisanos también lo conocían por compartir negocios con el que fuera alcalde pedáneo, Isidoro Ruz.
    El chófer metido a empresario hizo mucho dinero. ¿De forma legal? En su declaración ante la Policía aseguró que se lo “regaló” su entonces jefe. El 16 de febrero de 2004, Trujillo Blanco recibió tres subvenciones para sus respectivas sociedades por valor de 1,35 millones de euros. Novecientos mil euros fueron directamente a sus cuentas. Según consta en la documentación, el dinero estaba destinado a construir una casa rural en la Sierra de Andújar y a una fábrica de muebles. No hubo nada de eso más allá de los papeles presentados ante la Junta. La investigación policial ha desvelado que se trata de sociedades fantasma, sin actividad conocida. Otros 450.000 euros estaban destinados a una empresa de Isidoro Ruz para montar una granja de pollos. Juan Francisco Trujillo se quedó después con esa firma. Fue Guerrero el que dio luz verde a las ayudas públicas y el antiguo IFA el que liberó el dinero. Presuntamente, el chófer y su jefe se lo repartían y lo gastaban juntos. En fiestas, en lujos, en drogas...
    También está probado que la madre de Trujillo es una de las “intrusas” en los ERES ilegales. Es decir, esta mujer aparece como prejubilada de la textil malagueña Hitemasa (la antigua Interhorce), donde nunca puso un pie. De golpe y porrazo, le ingresaron en sus cuentas 125.000 euros más. Dinero a raudales. Llegó a tener hasta 17 cuentas corrientes a su nombre, vinculadas, a su vez, a un entramado de cinco sociedades.
    Su buena estrella comenzó a apagarse en 2008, el año en que también fue cesado su jefe. Como a Al Capone, se le “olvidó” pagar impuestos y fue imputado por los Juzgados de Andújar. Un año más tarde, la Junta lo despidió por fingir una enfermedad para no ir a trabajar. Y el pasado noviembre, la Policía de Jaén recuperó la pista de Trujillo Blanco en una investigación sobre un caso de facturas falsas. Y fue ahí cuando soltó la bomba de la subvenciones por la cara y la cocaína. Desde entonces, el exchófer está “desaparecido en combate”.