El chapapote de la pobreza
La pobreza ha dejado de afectar a una minoría, se ha extendido y en estos momentos se encuentra al alcance de todos. Se extiende como una gran mancha de chapapote que lleva sufrimiento, desolación y muerte para el presente y aspira perpetuarse en el futuro. Hace pocos días se recordaba el infeliz aniversario del desastre del Prestige.
La mancha de la pobreza se extiende sin contención, sin freno, tiene vida propia, incluso da la impresión que es alimentada para que siga extendiéndose. Frenar esta enorme catástrofe supone una enorme cantidad de esfuerzos, recursos, energía, y por lo que se ve, no forma parte de las prioridades de nuestros gobiernos algo tan preciado como la vida —sí, la vida— de los atrapados en la mancha de la miseria. Curiosamente, tras este imponente naufragio, la “naviera”, la patronal del gobierno europeo, solo está interesada en “salvar” a los más aptos. Así, legiones de nuestros jóvenes son obligados a emigrar para malvivir, mientras a los mayores nos amplían la edad de jubilación y a los desheredados se dejan a su suerte. Toda una maquiavélica estrategia para no hacer nada, para que la “mancha” desaparezca sola. Ni un ápice de esfuerzo, ni una modesta inversión para salvar, poner en valor el territorio, las personas, los recursos ingentes o modestos, ahogados por el chapapote de la miserable ambición de los grandes de las finanzas. Es necesario establecer límites, si se quiere evitar que esa gran marea negra que es la desigualdad, la pobreza y la exclusión perduren durante las próximas décadas.
Funcionario
Rafael Latorre