El Cautivo “debuta” en la Pasión jiennense con un cortejo histórico

No contaba con un marco de esos que ponen fondo a las fotografías de cartel. Tampoco se puede decir que un gran número de hermanos de luz la acompañara en su primera Semana Santa como cofradía en la calle.

02 abr 2015 / 14:35 H.

Ni siquiera poseía un ajuar de enseres suficiente para salir  en procesión —ahí estuvieron las hermandades jiennenses para suplir la carencia, que ni se le notó—. Pero en cuanto el Señor de Romero Zafra abandonó su “capilla” —una carpa que lo protegió del sol de justicia de un Miércoles Santo histórico, también, por su buen tiempo—, empezó a oler a procesión verdadera, ensolerada, y la residencia Siloé se convirtió en el más hermoso de los templos, con el cielo por bóveda y el agua de una fuente como música, para la cofradía.
La ilusión suplió todo lo demás y devolvió a esta zona de la ciudad el ambiente que, por otra parte, le es inherente. Cualquiera que se acerque a sus orígenes comprobará cuánta memoria de Pasión y de Gloria guarda Santa Isabel. Esa sabiduría genealógica asistió al colectivo trinitario a la hora de ponerse detrás de “su” cruz de guía y “cautivar” los sitios del Santo Reino a los que la suerte les puso rótulo para formar parte del primer itinerario.
La hermandad rezó y dejó claro por qué —por quién— salía a Jaén. Los discapacitados residentes, padrinos de la bendición de la imagen, eran destinatarios de tan hermosa dedicatoria. Por eso sacaron de su alma la fuerza que les regatea el cuerpo y, representados por algunos de ellos —incluso en silla de ruedas— “anduvieron” con su Señor la más alegre vía dolorosa que soñaran recorrer nunca. Un detalle de esos que, si el tiempo no acaba con él, marcará una singularidad propia del desfile penitencial.
Majestuoso, Rey de los suyos, Jesús cruzó el único umbral imaginario de la Pasión de aquí e inauguró un camino cofrade  que lo recibió con una esforzada —y forzada— saeta y con esa breve petalada que, sin embargo, figuran ya en los anales de la historia pasionista de la hermandad. Tanta gente se agolpó a las puertas del centro de discapacitados que la comitiva se encontró casi sola en sus tramos iniciales —sobre todo por Sagrado Corazón de Jesús, que aprovechó, eso sí, sus balcones como inmejorables tribunas—. Pero estaban “Millán de Priego” para remediarlo y el Pilar del Arrabalejo para “bautizarla”.
Breve y dos veces buena, la nueva procesión, que se acordó de su Virgen toda la tarde noche, concitó el interés de los jiennenses, quienes la buscaron y, al alejarse, auguraron larga vida a la cofradía. Antes de salir, la Semana Santa de Jaén hablaba de ella como de un desfile penitencial deseable. Luego, cuando pasó derrochando ganas por el itinerario oficial, bordeó la Catedral y se adentró en el casco antiguo en busca de su barrio por la desembocadura de La Magdalena,  comprendió que ya era imprescindible.