El buen criterio

Hay varias circunstancias curiosas que vuelven a hacer que los españoles miremos a los años de la II República. A saber: la colocación del busto de Azaña en el Congreso de los Diputados, la publicación de las memorias de Alcalá Zamora, las manifestaciones republicanas de estos días y el sinfin de comentarios en desprestigio de la Monarquía por las actuaciones del ahora 'yernísimo americano' del Jefe del Estado.

    12 dic 2011 / 20:16 H.

    Reconozco que durante casi treinta años he o hemos consentido muchas personas de buena fe una teoría inocente sobre los políticos de la II República. Hemos sido unos “buenistas”, por un análisis simplista de la Historia, que ahora —con otra perspectiva— no estoy dispuesto a seguir consintiendo. He de decir que yo leí las memorias de Azaña con veinte años y que siempre me preocupó el tema de la falta de democracia durante tantos años en España. Confieso que solo la madurez y quizá el ver el comportamiento excelente que tuvieron muchos políticos españoles en la transición es lo que en los últimos años me ha hecho abrir los ojos y comprender las razones de la grandeza de la política, y como en esta tarea hay personas cuya entrega y sensatez está por encima de sus ideas, incluso su conducta y ejemplo son trascendentes para la sociedad. Sin embargo hay personas dedicadas a lo público de intelectualidad extraordinaria, oradores de nivel mundial, a los que su sectarismo y su miopía hace tan insensatos que su comportamiento lleva la tragedia a generaciones enteras, como entiendo ocurrió en los años treinta. Estoy convencido de que la insensatez no nos lleva a la utopía sino a la tragedia. La II República Española puede ser un ejemplo paradigmático. Pareciera que en esta época convergieron los más sabios políticos y los más excelsos oradores de nuestra Historia, y entre todos nos llevaron a lo que ya sabemos. Sí, quizá por la intransigencia de los poderes fácticos: Ejército, terratenientes, Iglesia del momento, huelgas, retraso de la sociedad. Pero ellos, aquellos políticos sabían de todas estas circunstancias y su falta de prudencia, cordura y buen juicio contribuyeron sustancialmente a la catástrofe. Ahora, otra vez, estamos en una tesitura crucial, no ya para España sino para Europa. Creo que por fortuna en España, en estos últimos meses tenemos mayoría de políticos personas prudentes, que han recobrado —o les han hecho recobrar— la sensatez. No podemos presumir en este tiempo de grandes “Cicerones” que asombren al mundo con su oratoria y elocuencia, parece el momento del pragmatismo. Pues que sea bienvenida la utopía a plazos, insensatos no.
    Francisco León Valenzuela es abogado