El botellón y sus secuelas
Un vecino sorprendió a un joven mientras saltaba de coche en coche en la calle Arquitecto Antonio Flores, a la altura de la base de Radiotaxi. Es una de las vías públicas a las que más perjudica el botellón que se celebra cada jueves y viernes del año en el Recinto Ferial de Jaén. En realidad, lo que más molesta a los vecinos son sus consecuencias: jóvenes ebrios que montan alboroto, hacen sus necesidades y vomitan en plena calle y, de paso, destrozan los retrovisores de los coches que encuentran por el camino.
“Es cosa de todos los fines de semana, nada de un caso aislado”, explica Javier Lacarra, de la calle Salobreja, la parte estrecha del embudo por donde pasan todos los que vuelven del ferial con dirección hacia otras zonas de marcha de la capital. “Rara es la semana en la que no nos encontramos un coche con el espejo roto o vehículos llenos de ‘rayajos’. Pasa desde hace ya varios años”, indica, indignado.
Es el asunto más recurrente en los descansillos de las diferentes comunidades de vecinos del lugar, en el parque que hay junto al cementerio de San Eufrasio o en la cola del supermercado. Sobre todo durante los días de feria, en los que las evidencias de la “devastación” nocturna saltan más a la vista que otros cualesquiera. Y al olfato, puesto que, a pesar de la lluvia, el olor a orín y heces se convierte en algo difícil de evitar, principalmente en las primeras horas del día. La destrucción tampoco se esconde. Ayer, la calle Salobreja volvió a amanecer con retrovisores rotos, excrementos junto a los portales y una motocicleta derribada por algunos asaltantes al lado del parque, entre otros desperfectos.
Los habitantes del primer residencial de la Avenida de Granada, justo frente a la gasolinera, también están hartos de las juergas cerca de su bloque. Rodea el edificio un callejón, que no lleva a ninguna parte y que tampoco es muy transitado, por lo que se convierte en el escondite perfecto para que los juerguistas hagan sus necesidades sin ser importunados. Cada viernes, sábado y domingo hay una nueva colección de vasos de tubo y botellas de alcohol alrededor de sus portales. “No falla. Muchas noches nos despertamos con el jaleo, y en verano tenemos que estar con las ventanas cerradas, a pesar de vivir en las afueras, porque no hay quien duerma”, se lamenta Ana Ruiz, vecina de uno de estos portales.
primeros pasos. Los residentes han intentado organizarse en varias ocasiones, para poner remedio. Lacarra asegura que han hablado con algunos agentes de la Policía Local, que aseguran conocer de primera mano lo que ocurre y que los animan a presentar un escrito al Ayuntamiento. “Estamos trabajando en ello. Intentamos organizarnos por comunidades de vecinos, para que los presidentes planteen el problema en sus reuniones y aunar esfuerzos para presentar de una vez todas las quejas que tenemos”, expresa.
Añade que el botellón y sus consecuencias no son su único problema. “Las señales del Camino de las Cruces miran a la pared de enfrente y no a los conductores, hay un paso nivelado enorme sin señalizar, las zonas de aparcamiento no están debidamente indicadas y el parque, que riegan de cuando en cuando, está completamente abandonado”, expresa. Se queja, además, de que la Policía Local solo acude cuando algún vecino alerta de un perro suelto o del jaleo de los niños al jugar. “El alcalde vive muy cerca. Quizá deberíamos hacer que su portal estuviera en la ruta del botellón”, propone.