El beato Álvaro del Portillo
Ayer, día 12 de mayo, fue la fiesta del beato Álvaro del Portillo. Este año fue la primera. El beato Álvaro del Portillo fue el primer sucesor de san Josemaría como prelado del Opus Dei. Álvaro nace en Madrid en 1914. Su familia era una familia acomodada y profundamente cristiana. Eran ocho hermanos, y Álvaro era el tercero de ellos. Estudia ingeniero de Caminos, y una vez terminados sus estudios conoce al fundador del Opus Dei, y con prontitud recibe la vocación. Prontamente, también a petición de San Josemaría, se preparó y se ordenó sacerdote junto a otros dos fieles laicos del Opus Dei. Y desde entonces hasta la muerte del fundador, permanece a su lado como su hijo más fiel. En la carta del Papa Francisco a monseñor Echevarría, prelado del Opus Dei, con motivo de la beatificación de Álvaro del Portillo. Dice: “En el corazón del nuevo beato latía el afán de llevar la Buena Nueva a todos los corazones. Así recorrió muchos países fomentando proyectos de evangelización, sin reparar en dificultades, movido por su amor a Dios y a los hermanos. Quien está muy metido en Dios sabe estar muy cerca de los hombres. La primera condición para anunciarles a Cristo es amarlos, porque Cristo ya los ama antes. Hay que salir de nuestros egoísmos y comodidades”. Su entrega al cumplimiento de la misión recibida, siguiendo las enseñanzas de San Josemaría, hundía sus raíces en un hondo sentido de la filiación divina, fruto de la acción del Espíritu Santo, que le llevaba a buscar la identificación con Cristo en un abandono confiado a la voluntad de Dios Padre, constantemente alimentado por la oración, la Eucaristía y una tierna devoción a la Santísima Virgen. Yo conocí a don Álvaro en Jerez de la Frontera. En 1972 y en 1993. Siempre a través de estos encuentros, y a través de sus tertulias en vídeo y de sus libros, he quedado fascinado al ver cómo transmitía de una forma peculiarmente sencilla el mensaje de Jesucristo. Humildad, fidelidad absoluta, lealtad, firmeza, reciedumbre, amor, cariño, ternura, delicadeza y finura en el alma. Con estos firmes pilares el beato Álvaro nos cautivaba gratamente cada día. Álvaro, gracias.
Rafael Gutiérrez Amaro / Jaén
Rafael Gutiérrez Amaro / Jaén