El "bandolero" no quiere rejas

Miguel Mérida Gallardo, el vecino de Baena que estuvo aislado de la civilización durante 14 años en los montes de la Sierra Sur, no quiere ingresar en prisión. “No soy un criminal. Nunca he hecho nada a nadie”, le dijo al abogado jiennense Manuel Gutiérrez Collado mientras ambos preparaban el recurso de apelación contra la sentencia que lo ha condenado a cuatro años y medio de cárcel por robos y tenencia ilícita de armas.

21 oct 2014 / 08:46 H.

Fue castigado por sustraer comida y herramientas para sobrevivir en su zulo de los cortijos de la zona. Un castigo que, de confirmarse por la Audiencia, supondría el ingreso efectivo entre rejas: “Miguel reconoce haber cometido todos y cada uno de los robos por los que ha sido condenado. Pero no puede ser internado en una cárcel por eso. Supondría el fracaso del sistema judicial”, explica el abogado en sus alegaciones.

En el recurso, presentado ayer mismo, se pide los magistrados de la Audiencia que revoquen la resolución y le apliquen la eximente completa de anomalía psíquica. “Una persona que ha estado viviendo sola en un zulo del monte durante 14 años, sin hablar con nadie, no está en sus cabales. Es de sentido común”, sostiene el abogado. La sentencia del Penal 2, adelantada por Diario JAÉN, considera que el último bandolero sufre una trastorno psíquico, pero no de la suficiente entidad como para entender que no tiene responsabilidad penal alguna.

Hay que recordar que durante todo ese tiempo Miguel Mérida salía de noche para entrar en cortijos y casas de campo y apropiarse de alimentos y pequeños objetos como herramientas o aparatos que le pudieran ayudar a sobrevivir en mitad de la nada. “Mi cliente jamás tuvo ánimo de lucro, como se dice en la sentencia, sino que robaba para poder comer y subsistir”, insiste. Manuel Gutiérrez Collado añade otros factores importantes, como la “exquisita colaboración de Miguel Mérida con la Justicia”. “Confesó, incluso, algunos robos que no se le habían imputado. Su sentimiento de culpa es tremendo. Además, ha acudido a todas sus citas en el Juzgado, donde tenía que ir a firmar cada 15 días desde que fue detenido en 2008”, aclara. “Muchas de las víctimas, además, ni tan siquiera reclaman porque han comprendido la situación personal de Miguel y el motivo que le llevaba a cometer los robos”, agrega. Igualmente, el letrado apunta que, durante todo este tiempo, ha estado en tratamiento mental y está perfectamente “socializado” en su pueblo. “Creemos que lo más justo es que se le imponga una medida de seguridad psiquiátrica, bien un tratamiento o, incluso, un internamiento en un centro especializado”, concluye.

Una vez formalizado el recurso, el caso llegará a la Audiencia Provincial, donde tres magistrados estudiarán las alegaciones y tomarán una decisión al respecto. “Esperemos que la Sala comprenda todo lo vivido por Miguel”, asegura el abogado.

Este vecino de Baena se marchó de su casa en febrero de 1994. Se echó, literalmente, al monte y rompió cualquier contacto con la civilización. Su familia, incluso, inició los trámites judiciales para darlo por muerto. Durante esos años, vagó por los montes de la Sierra Sur, a medio camino entre Jaén y Córdoba, subsistiendo gracias a la comida y a los objetos que robaba en fincas y casas de campo de la zona. El hombre se “construyó” su guarida en el hueco de uno de los pilares que sostiene el puente de la Vía Verde. Allí se fabricó su propia cama y una cocina. Y allí almacenó miles y miles de enseres, procedentes de sus robos.