El banco malo
Tal parece que eso del banco malo (BankPeor) va muy en serio y a la mayoría de los ciudadanos que no saben mucho de economía pero están muy escaldados y ya no creen en los peces de colores se les ocurre alguna que otra pregunta al respecto. No acaban de comprender para qué sirve un banco malo cuando en este país hay tantas cajas de ahorros gestionadas por políticos y bancos dirigidos por águilas de la finanzas, que siendo tan buenos y solventes han llevado al pueblo a la ruina.
Sobre todo a aquellos fieles e inocentes clientes que, previa confesión en el casi siempre inaccesible despacho del jefe de su oficina, acabaron siguiendo su experto y desinteresado consejo profesional y les confiaron sus ahorros de toda la vida para invertir en los mejores activos que podían ofrecerles. Esos que eran de total garantía y mejor interés, tales como participaciones preferentes y valores convertibles en acciones. Hubo también otros, algo menos incautos, que animados por la coyuntura y las facilidades crediticias, se montaron en el carro del consumo y en su locura quisieron formar una familia y tener un hogar en propiedad, para lo cual aceptaron firmar hipotecas por el importe total de una vivienda de precio desorbitado. Hipotecas que luego resultaron imposibles de pagar, sobre todo cuando llegó la crisis mundial que se inició precisamente por el impago de esas hipotecas de riesgo que ellos llaman “subprime” y que el común de los mortales identifica como basura. Ahora esos papeles firmados les llevan al desahucio mientras los desahuciadores sin compasión (¿se dice así?) exigen rescate al Gobierno de turno para que a través del banco malo les inyecten dinero público para sanear sus cuentas y no ir a la quiebra. Y las preguntas sobre BankPeor son tan sencillas como estas: ¿Quién va a confiar en un banco malo? Ninguna persona que esté en sus cabales lo haría. Entonces, ¿quién va a poner el dinero necesario para crear ese malhadado banco que al parecer es la panacea para que no quiebren los supuestos buenos bancos y sobreviva el tinglado institucional que carga las tintas siempre en la parte más débil de la sociedad? La respuesta es más que evidente, el dinero lo pondrá el Gobierno ahondando una vez más en el déficit, pidiendo dinero prestado (¿eso no es un rescate?), que habrá que pagar con intereses leoninos a cargo de todos, mientras se aprieta el injusto dogal al cuello del contribuyente, sin que este tenga ningún derecho más que el de trabajar, si es que tiene la suerte de poder hacerlo, para pagar impuestos que nunca revertirán en servicios sociales ni en bienestar para la mayoría. Sino en interés de unos pocos, los de siempre como es habitual ganan de continuo porque juegan con las cartas marcadas, y además, el crupier, o sea el Gobierno, les apoya.
Paco Casas es escritor