El autor de la muerte de Fernando Jurado dice que el machete no era para matarlo

El autor confeso de la muerte del expolítico de la UCD en Jaén,  empresario y abogado Fernando Jurado, Antonio Q .G., ha asegurado que  el machete que llevaba consigo en uno de los bolsillos de su  vestimenta el día en que acabó con la vida del empresario en la finca  conocida por La Sima, en el término de Pegalajar (Jaén), no era para  matarlo, sino que lo había empleado con anterioridad para coger  espárragos y se lo había guardado en dicho bolsillo por azar.

    07 nov 2011 / 16:31 H.


    En la vista con jurado popular que ha acogido este lunes la  Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Jaén, el acusado, que  ha querido dejar claro que "se declaró culpable en todo momento" y  que "no tenía intención" de acabar con la vida de Jurado, ha señalado  que todo empezó cuando en la tarde del 3 de marzo de 2010 estuvo  tomando "varias copas" con unos trabajadores de su finca y más tarde  él solo en un bar de Pegalajar adonde acabó estando "ebrio".
    Tras esto, ha recordado que decidió ir a su finca, ya de noche, y  comprobar cómo estaba el terreno, al haber estado lloviendo durante  los últimos días, para así indicarle a los trabajadores si debían  acudir al día siguiente a trabajar. Fue de camino a su propiedad,  según Antonio Q.G., cuando "se encontró" con Jurado, "que en paz  descanse", con el que hacía años había mantenido "cierta amistad",  aunque en los últimos tiempos se habían denunciando mutuamente y  mantenían continuas discusiones por problemas de lindes de tierras.
    Así, y habiéndose parado uno frente al otro en sus respectivos  vehículos, Antonio Q.G. ha manifestado que "sabiendo muy bien que  Fernando se dedicaba a la caza, no iba a ir en busca de él", pues  conocía "que iba armado y que siempre llevaba rifle y escopeta". Como  ha continuado, bajó el cristal del coche y el fallecido le dijo que  bajara "para aclarar algunas cosas".
    De esta forma, parando éste su vehículo y "no dejándole pasar", se  inició un "forcejeo" entre los dos después de que Jurado le dijese  "si iban a seguir con las denuncias", si bien según el procesado "se  había quedado con siete hectáreas de terreno" de su esposa. Así las  cosas, si bien habían discutido pero "nunca jamás habían llegado a  las manos", esa noche Antonio Q.J. se encontraba "más rebotado" que  en otras ocasiones y, de su lado, Fernando, del que ha mencionado que  contaba con "un metro y ochenta centímetros de estatura y unos  ochenta kilos de peso, y que sabía las circunstancias de su  enfermedad de colón", dijo que "esto se iba a acabar y le tiró al  suelo" tras decirle el acusado que era un "ladrón".
    A través de la puerta abierta del automóvil de Jurado, el  procesado vio que tenía una escopeta, lo que le provocó "miedo y  terror no sabiendo si correr o quedarse allí". Según el relato de  Antonio Q.G., el expolítico cogió la escopeta y él mientras tanto se  levantó y se situó tras él, momento en el que "forcejearon" en el  suelo con la escopeta, llegando incluso a "arrastrarle por el suelo  agarrado del arma" el acusado, quien ha aludido a que no sabía sus  intenciones puesto que no le hablaba.
    Asimismo, teniendo lugar la pelea, el procesado cayó sobre un  hombro de Jurado y hizo uso del "pequeño machete" que llevaba consigo  tras haber cogido varios espárragos, ya que era la época de recogida  y se metió el arma en el bolsillo, "nunca pensando que iba a pasar  esto", pero, sin embargó, "lo pinchó en el costado" y más tarde  siguieron a esta puñalada "25 más" según el informe del forense que  practicó la autopsia a Jurado. Sobre el número, el acusado ha dicho  "no recordarlo", ya que en esos momentos "no iba a estar contando las  puñaladas".
    Además, ha declarado que Jurado expresó "ay, me has matado", algo  a lo que él respondió "pero hombre, por Dios, no digas eso" e intentó  hacerle que subiera al coche de nuevo para llevarlo al médico. No  obstante, el fallecido "se tiró otra vez a él". Según sus palabras,  "cuando se quiso dar cuenta Fernando había caído a la cuneta y quiso  que le tragase la tierra". Por ello, cogió la escopeta del empresario  con la idea de "suicidarse por ahí".
    Sin embargo, antes cambió de coche, como lo había hecho en los  momentos previos a aproximarse al carril de la finca conocida por La  Sima, según él por encontrarse embarrado el terreno por la lluvia. De  esta manera, se dirigió hacia la provincia de Granada, donde, en el  municipio de Campotéjar tiró la ropa ensangrentada que llevaba puesta  y en la localidad de Santa Fe escondió el machete con el que mató a  Jurado entre los matorrales y a la misma altura, arrojó la escopeta  al río Genil.
    Dos días después, confesó lo ocurrido, después de que la familia  del expolítico denunciara su desaparición y el procesado hubiera sido  detenido como presunto autor del crimen. En concreto, como ha  informado la Guardia Civil en la vista, confesó tras la segunda parte  del registro llevado a cabo en la nave de aperos adonde se hallaba el  vehículo que conducía cuando ocurrió el fatal desenlace así como un  papel depositado en un cubo de basura manchado también de "gotas de  sangre".
    En este sentido, agentes de la Benemérita han explicado que "en  todo momento estuvo presente en la investigación el acusado", puesto  que reconoció que era el autor, una vez detenido, y expresó su  interés por colaborar al objeto de recuperar dichas armas. Así, fue  Antonio Q.G. el que halló el machete entre la maleza diciendo "aquí  está el cuchillo" y aprovechando una vez más para reiterar que "nunca  quiso esconder nada porque su intención era la de entregarse a la  Guardia Civil". Al respecto, el acusado ha señalado que "si hubiera  querido eliminar pruebas, hubiera tenido tiempo de sobra durante esos  dos días".
    Por su parte, varios agentes de la Benemérita, así como algunos  testigos conocidos de Antonio Q.G., han explicado que para acceder a  la finca del mismo "no se entra por el carril en el que se  encontraron", cuando el acusado ha aseverado que dicho encuentro fue  fortuito. En cuanto a la actitud del procesado, todos los agentes han  coincidido en que cambió su cara tras la primera parte del registro  en la nave de aperos y en el coche, cuando se hallaron las manchas  que finalmente se comprobó que eran de sangre, como se sospechaba,  cuando fueron analizadas.