El agua, ese bien precioso poco valorado y que nunca sobra
Los embalses aumentan su volumen casi por momentos. Las intensas precipitaciones en forma de agua y de nieve no dan tregua y dejan unas cifras tan espectaculares que el calificativo de históricas parece que se queda corto. La imagen del pantano del Quiebrajano con las compuertas abiertas de par en par llama poderosamente la atención, porque lo habitual en los últimos años es que se encontrara a un diez por ciento de media de capacidad.
No resulta extraño que este singular paraje próximo a la capital se haya convertido en un lugar casi de peregrinación durante los fines de semana por los jiennenses, ávidos de contemplar cómo el agua brota casi de las mismas piedras. Es la primera vez en una década que se supera en la provincia el ochenta por ciento, una cifra que seguirá aumentando porque la previsión es que la climatología siga el mismo camino que los últimos meses, con un sol que no domina el cielo prácticamente ni dos días seguidos. Los ojos están puestos ahora en el Tranco, el mayor con diferencia de todos los que siembran la mapa provincial, (casi 500 hectómetros cúbicos) con casi dos tercios de su volumen ya ocupado. Ahora que está a un 62% queda todavía que reciba el caudal del deshielo de las últimas nevadas, por lo que es de espera que su contenido crezca de manera considerable.
En este contexto de bonanza y esplendor del líquido elemento por todos los rincones, es cuando hay que aprovechar para insistir en la cultura de ahorro del agua, como bien tan preciado como escaso. Lo que ahora sucede no deja de ser una circunstancia excepcional, un regalo de la naturaleza que no va a perpetuarse en el tiempo. Hay que aprovecharlo, disfrutar de las estampas que ofrecen los mil y un parajes únicos de la provincia, pero sin olvidar en modo alguno que se trata de un tesoro que no se puede, ni se debe permitir que se despilfarre.