El acusado por un accidente mortal alega que se durmió

Pedro C. G., un joven vecino de Los Villares, estaba al volante del Seat Ibiza blanco que se estrelló contra una casa en la madrugada del 20 de agosto de 2011. En el asiento del pasajero, viajaba David Alcalde, también un chico del pueblo de tan solo 17 años, que falleció prácticamente en el acto como consecuencia del brutal accidente. Ayer, el conductor se sentó en el banquillo, acusado de un delito de conducción temeraria y otro de homicidio por imprudencia grave. Tanto la Fiscalía como la familia del fallecido reclaman un castigo de cuatro años de prisión por considerar que Pedro circulaba bajo los efectos del alcohol —dio 0,42 miligramos de alcohol por litro de aire— y a una velocidad “absolutamente excesiva e inadecuada”. El procesado lo negó todo y achacó el accidente al cansancio: “Me dormí durante décimas de segundo. Di una cabezada. Cuando abrí los ojos debido a un bache, ya no podía controlar el coche. Los frenos no iban”, repitió Pedro C. G. ante la juez Carmen Carpio.
Aquella madrugada, el acusado y la víctima ponían fin a una noche de fiesta. Tras dejar a dos amigas en sus casas, los jóvenes, que vivían en la misma calle, se iban a dormir. Sin embargo, no llegaron muy lejos. En la calle Cazorla, el acusado perdió por completo el control del vehículo. Primero, colisionó con las fachadas de los edificios situados en el lado derecho. Después, el automóvil giró sobre su eje e impactó contra una farola. Por último, chocó contra otro automóvil que estaba bien aparcado. El único testigo directo del accidente, un joven que caminaba por la misma calle, declaró ayer que el Seat Ibiza circulaba “muy rápido”. También el guardia civil que firmó el atestado ratificó que la velocidad era “inadecuada y excesiva” para una vía urbana. Los bajos del vehículo dieron contra un badén al que, incluso, le hicieron una hendidura. “El golpe tuve que ser fuerte”, explicó el agente. “No iba a más de cuarenta kilómetros por hora”, replicó el acusado para defenderse.
Pedro C. G. también dio positivo en el test de alcoholemia al que fue sometido poco después de la colisión. El Ministerio Público describe que el conductor presentaba síntomas como “temblores, halitosis alcohólica muy fuerte, deambulación titubeante e incoherencias al hablar”. “Había bebido dos mojitos. Iba bien para conducir”, explicó el procesado. Su defensa aclaró que los signos que evidenciaba eran consecuencia del propio accidente. Además, impugnó el resultado del test del alcoholemia, alegando que no había pasado la pertinente revisión.
El juicio quedó visto para sentencia. La Fiscalía y la familia mantuvieron su petición de cuatro años de cárcel, mientras que la defensa admitió que su cliente cometió tan solo una falta leve. El Ministerio Público solicita una indemnización de 226.000 euros. El acusado guardó silencio cuando su señoría le ofreció su derecho a pronunciar la última palabra. La juez Carmen Carpio tendrá que dictar sentencia en este caso.

18 jun 2015 / 10:06 H.