El abrazo sentido de un pueblo a su venerado Abuelo

La Semana de Pasión es tradición, es turismo, es mucho más que otras vacaciones cualquiera. En la inmensa mayoría de la geografía provincial se suceden, con mayor o menor intensidad, los desfiles procesionales desde el pasado Domingo de Ramos, citas obligadas que sacan a la calle a sus vecinos y visitantes, creyentes o no, para disfrutar del trabajo por el que han luchado las cofradías y hermandades durante todo el año.

    10 abr 2009 / 15:31 H.

    Y esa grandiosa tradición tiene su momento culminante en la capital jiennense con la salida en la madrugada del Viernes Santo de Nuestro Padre Jesús Nazareno. A las dos de la madrugada se apagan las luces y desde la Puerta del Perdón de la Catedral, del templo mayor de la ciudad, sale al encuentro de la plaza de Santa María la imagen más venerada de la Semana Santa jiennense. El Abuelo se reencuentra con una piña humana que desde horas antes se agolpa para guardar el mejor sitio para el ansiado momento de verlo pasar. Es una sensación que no se puede entender si no se ha vivido una noche allí, aprisionado por el gentío, aguardando con paciencia que el Nazareno se abra paso hacia el Cantón de Jesús, uno de los momentos más emotivos, que se produce alrededor de las cinco de la madrugada. Este año la lluvia amenaza el itinerario y, si se cumplen los pronósticos, es posible que las más de diez horas de recorrido tengan que concluir antes de tiempo. Pero, aunque se acorte el tiempo en la calle, cualquier segundo es un mundo infinito de felicidad para quienes sienten como suya la cruz de Jesús y son capaces de deshacerse en lágrimas cuando la lluvia lo deja encerrado, como ocurrió el año 2007. Entonces, unos pocos minutos en la misma puerta del templo catedralicio tuvieron que valer para saciar las ganas de procesión. El Abuelo es una de las señas de identidad de cualquier jiennense, un icono que sobrepasa credos y religiones.