El aborto y el PP
Gerardo Rodríguez García desde Úbeda. El aumento con Aznar del número de abortos en un 37 por ciento o los 41.335.86 euros que Esperanza Aguirre dio a la abortista Asociación de Planificación Familiar de Madrid dejan muy clara la hipocresía del Partido Popular ante el drama del aborto. La prioridad del PP y del resto de partidos políticos del arco parlamentario es, además de medrar a costa de las arcas públicas, complacer servilmente a los poderosos de la Tierra.
En ningún caso es prioritario, como demuestra el tema del aborto, defender a los más débiles de nuestra sociedad. La sumisión del PP a oscuras instituciones sin control democrático como son: la Comisión Trilateral, el Fondo Monetario Internacional o los clubs de Bilderberg y Roma, tiene entre otras graves consecuencias la aceptación y el fomento que realizan estas instituciones del aborto o las esterilizaciones, especialmente contra los empobrecidos. China, con más de trece millones de abortos al año, es el máximo exponente del modelo económico y social jaleado por esas impresentables instituciones. Nada le importa al PP que un 70% de las mujeres abocadas al aborto hayan manifestado haber sido presionadas por su entorno; tampoco le importa la gravedad que supone la muerte de un solo ser humano indefenso, ni las secuelas que deja en las mujeres pasar por esta traumática situación. Muy al contrario, lo que ha favorecido el PP con su última reforma laboral, unida a todas las del PSOE, es que la mujer se quede sola y desprotegida ante las presiones y los despidos de las empresas por motivos de embarazo y la no contratación por el mismo motivo. Estas presiones no afectan, claro está, a quien sea vicepresidenta del Gobierno o diputada, pero sí a muchas mujeres, y especialmente a las inmigrantes. Claudicar a la cultura de muerte que supone el aborto, despojar a los inmigrantes de atención sanitaria, aumentar la jornada laboral y reducir salarios a los trabajadores o perdonar los delitos de evasión fiscal a los multimillonarios son muestras de una política de guerra de los fuertes contra los débiles, efectuada por el PP. Ante las opciones políticas existentes, esperemos que muchos dejen de caer de manera ingenua y cómplice en el “bien posible” y apuesten por el bien necesario, que es salvar la vida de los niños abortados y las vidas de sus madres que a corto, medio y largo plazo acaban destrozadas.