Ejemplos
A las personas bien formadas no les hace falta ejemplos de conducta. A las personas con criterio propio no precisan que les susurren al oído. A los que tienen un sentido recto y certero de la vida, no hay que mostrarles la vereda. A los que están bien pertrechados de culturas y saberes, no hay que llamarlos al orden.
Tampoco se fijan en ninot para adorarlos, ni en falsos ídolos de de barro por muy policromados o cubiertos de oropeles que aparezcan. Nada de esto hace falta cuando se distingue la luz de las tinieblas. Pero díganme. ¿Cuántos son estos? ¿No es mayoría el barro que el brillo de las perlas? ¿No le dejamos al vecino el grito y el enredo mientras descansamos bajo los árboles, hasta que surja el milagro de los panes y los peces? ¿Cuántos no esperan lo que otros comenten para añadir su voz y tomarlo como dogma? Muchos, infinitos los que esperan la avalancha para sumarse a ella porque pensar les aturde y molesta. Los que amarrados a la noria paso tras paso cantan como cigarras y se encogen de hombros, porque es más cómodo. Nos quejamos y bien está que así sea. Pero cuánta culpa no encierra ese descontento. Referentes. Ejemplos vivos hacen falta para despertar conciencias aletargadas. El “ejemplar” Silvio Berlusconi dice adiós. El falso becerro de oro ha caído (después de una gran tormenta una gran serenidad). Los italianos se agitan, ante la situación que los embarga y todos vamos a sentir esos estremecimientos de fiebre y descalabros. Malos vientos ululan por Europa porque los ejemplos han sido calamitosos.
María Dolores Rodríguez Infante es escritora