Ejemplo de hombre responsable
En el diccionario de su vida brilla la palabra responsabilidad con una luz deslumbrante. Amigo del trabajo bien hecho, su empeño por inculcar sanas costumbres en la república independiente de su casa es algo así como el pan nuestro de cada día. Pablo Torregrosa Hernández representa la sencillez personificada. Es un hombre de apariencia tranquila, amante del respeto por encima de todas las cosas y un enamorado de la tierra que lo vio nacer y crecer.

En Guarromán están sus raíces, su gente, su historia y, en resumen, todo lo que de verdad le importa. A sus cincuenta y ocho años, le gusta echar la vista atrás para mirar hacia adelante con el paso firme que da el bagaje de la experiencia. Educado en el seno de una familia marcada por la temprana muerte de su padre, tiene a su madre en el más alto de los pedestales por esa entrega desmedida para que a sus tres hijos no les faltara ni agua.
Tuvo la suerte de estudiar en unos tiempos en los que las becas salvaban a los alumnos aventajados sin fondos. Pasó por dos seminarios cordobeses hasta que, ya sorteada la adolescencia, se trasladó a Granada para convertirse en abogado. Derecho fue, nada más terminar los estudios, a enfangarse en la aventura del trabajo. No fue difícil encontrarlo. Se estrenó en una cooperativa de transporte en Linares y continuó su periplo en una notaría ubicada en La Carolina. Vivir en Guarromán durante todo este trayecto laboral fue para él como una medicina. Lo que ocurre es que un buen día fijó su mirada en el futuro de sus tres hijos y decidió dar el salto a la capital sin pensarlo.
Fue en el año 2000, en el momento en el que se unificaron los cuerpos de corredores y notarios, cuando llegó a Jaén. En la Plaza de la Constitución tiene su centro de “operaciones”, un lugar desde el que trata de facilitar la burocracia a todo el que llama a su puerta. Solucionar los problemas jurídicos de sus clientes le reporta grandes satisfacciones en una rutina diaria de la que no se quiere desprender. Hace ocho años volvió a nacer. Un infarto lo puso entre la espada y la pared y, aunque las recomendaciones médicas lo alejaban del trabajo, eligió el camino de la continuidad como fórmula para dar ejemplo.
Pablo Torregrosa es feliz en lo personal y en lo profesional. Está casado con la mujer de su vida, tiene tres hijos a los que adora, vive en una ciudad en la que se siente cómodo y, a pocos kilómetros, encuentra su remanso de paz en Guarromán. Sus aficiones son leer libros de Historia y escribir poesía. Lo hace para desahogarse consigo mismo, una especie de terapia que le permite mantenerse en perfecto estado de revista. Solo tiene una asignatura pendiente: retomar el árbol genealógico del pueblo de su alma.