Efectos de la pornografía

Plácido Cabrera Ibáñez / Desde Jaén. No es posible trabajar en el interior de una mina y no resultar manchado, tampoco reducir y erradicar a los violadores y pederastas cuando se favorece y permite la pornografía en colegíos, series y anuncios en televisión, internet, revistas, etc. Los datos publicados recientemente indican que España es el segundo país del mundo, por detrás de Alemania, en consumo de pornografía on-line, siendo el promedio de iniciación en torno a los 11 años.

    26 nov 2013 / 18:10 H.

    Por esto, algunos expertos han dado la voz de alerta informando que la tolerancia social hacia la pornografía tiene dolorosísimas consecuencias personales, familiares, laborales y sociales; propiciando el crecimiento en: el abuso a menores (el 82% de los pederastas reconocen su influencia en sus delitos); tráfico de personas; explotación sexual; violaciones; rupturas familiares (el 56% es adicto a estos contenidos) e infidelidades matrimoniales (que lo aumentan en un 300%); trastornos psicopatológicos; estafas económicas, y otras adicciones como la: ludopatía;  drogadicción, y el alcoholismo. Por desgracia,  estas situaciones en España ya son una realidad. Por esto, es necesario una mayor vigilancia, control y responsabilidad, no debería suceder lo que actualmente ocurre, que frecuentemente al consultar una página de internet haya pornografía explícita o implícita, ya sabemos que este negocio rentabilísimo para sus promotores, se calculan unos beneficios anuales superiores a los 100.000 millones de euros, pero los daños que causa son incalculables.
    Algunas asociaciones recomiendan a los padres entre otras cosas, instalar filtros de contenidos, ubicar el ordenador en una habitación común para toda la familia. Porque la alternativa a la pornografía no es que los padres impidan a sus hijos usar internet o ver la televisión fuera del horario infantil, sino que más bien está en ofrecerles una educación sexual clara, delicada  y adecuada a su edad,  y sobre todo, darles ejemplo, no restando importancia, o aceptando como normales conductas que no lo son en ciertas películas, series de televisión, anuncios e imágenes provocativas e insinuantes, en las revistas que llevan a casa, espectáculos de ocio, lugares para descansar, veranear, etcétera.