Educar para una buena vida
El comienzo del curso escolar plantea, entre otras cuestiones, la elección de cursos complementarios, deporte, etcétera. No es bueno cargar a los niños de actividades extraescolares. Y los padres católicos, no olvidemos reservar un tiempo para la catequesis.
Entre las carencias más importantes, está la educación de su emotividad; que los niños aprendan a controlar los miedos, la falta de confianza en sí mismos, los brotes de violencia interior, el trato con el otro y todos sus sentimientos. Y a desarrollar la alegría, el positivismo, la fortaleza ante las dificultades. Esto exige a los padres observación de sus hijos, tiempo para compartir con ellos, gestos de ternura, capacidad de escucha y un diálogo paciente. Otra de las carencias es la falta de disciplina y de autodominio. La educación permisiva se ha revelado como un absoluto fracaso. El niño ha de aprender a controlarse desde el primer día de su vida, porque la sociedad tiene sus pautas de conducta y no le va a permitir actuar de acuerdo a sus caprichos. Necesita descubrir pronto los valores humanos, morales, y cristianos La sinceridad, la fidelidad, la solidaridad, la laboriosidad, el respeto al otro, la capacidad de pensar, la confianza en Dios y el amor a todos, empezando por los más necesitados. Ante una sociedad que solo se ocupa del desarrollo físico personal y de su preparación para producir y comprar, necesitamos descubrir y desarrollar el espíritu, y sus valores, que son la clave para una vida buena.
Concepción Agustino / Jaén