Educación musical, formación integral

Nuria Fernández /Jaén
Una investigación apunta que cuando una mujer embarazada escucha música de Mozart, el feto crece más sosegadamente. La directora del Conservatorio Superior de Música de Jaén, Inmaculada Báez, hace referencia a los estudios científicos sobre el Efecto Mozart a la hora de hablar sobre los beneficios que tiene la música, no en los niños, sino en todas las personas.

    13 may 2011 / 11:24 H.

     También la profesora del Departamento de Didáctica de la Expresión Musical de la Universidad de Jaén Isabel María Ayala parte hasta los orígenes, esta vez de la educación, cuando afirma: “Somos seres musicales. No puedo imaginarme un mundo sin música”. Recuerda que en la Grecia clásica la Música era una disciplina de estudio y no entiende que haya quien pueda cuestionar la pertinencia de incluir un currículo musical en cualquier programa de estudios. 
    Sobre el debate permanente en torno a la necesidad de dedicar más o menos horas semanales al estudio de la Música —algunas administraciones relegan el papel de esta enseñanza en sus nuevos planes curriculares—, Ayala opina que está más que justificado el peso de la materia, que sitúa a la altura de cualquier otra disciplina científica con presencia más que aceptada en las aulas, como las Matemáticas. También Báez defiende su utilización desde edades tempranas.
    “En la etapa de alfabetización, la música es más estimulante. El niño aprende vocabulario mientras canta, se familiariza con el ritmo a través de la repetición de sílabas, y también con las rimas. Además, hace gestos, interpreta, lo que dice, y esto significa que lo entiende, así que se puede afirmar que la música le ayuda a expresarse, a manifestar lo que piensa y siente en esos momentos”, explica la directora del Conservatorio.
    Fara Cullera, estudiante de tercero de Magisterio en la especialidad de Educación Musical, toca la guitarra desde los seis años. “Nunca me había planteado que aprender Música me hubiera beneficiado cognitivamente hasta que entré en la Universidad. Entonces empiezas a ver que sí hay matices entre los niños que crecen con música y los que no y se pueden establecer diferencias en la forma en las que unos y otros desarrollan sus habilidades”, afirma. Habla, como Báez, de cómo ayuda para aprender: los más pequeños memorizan las partes del cuerpo humano mediante canciones, por ejemplo y, cuando son  mayores, manejar el ritmo puede facilitarles el aprendizaje de fórmulas matemáticas. Incide en que el estudio de otras lenguas es más sencillo para niños que dominan el lenguaje musical, puesto que están familiarizados con sonidos más diversos.
    La profesora de Universidad, Ayala, sostiene que contribuye al desarrollo intelectual, que “facilita las facultades necesarias para adquirir otros aprendizajes y favorece el desenvolvimiento lingüístico”. Pero va más allá e incide, sobre todo, en sus beneficios personales y sociales: “Constituye un elemento propulsor del ocio que desarrolla la sensibilidad estética y el gusto artístico y es clave en la base cultural del individuo. Hace que pensemos y sintamos de forma diferente”, afirma. Graba parte de la personalidad de la persona, pero también la pone en contacto con su entorno y con quienes les rodean. El aspecto socializador e integrador de la música no pasa desapercibido para quienes la estudian, sea como forma de expresión o como herramienta de aprendizaje: “Es compensadora de desigualdades en el aula”, dice Ayala. “La música enseña el respeto por la persona: da igual cómo sea, porque es capaz de hacer música contigo. No hay razas”, dice Báez. Fara Cullera sostiene: “Sirve para acercarse a su propia cultura y asumir y entender la de los demás”. Hablan de una asignatura, pero también de convivencia, igualdad y justicia.