Educación: La asignatura pendiente
Desde Vizcaya. La asignatura más importante de la Escuela, desde mi punto de vista, es facilitar el aprendizaje del amor (advierto: nos han condicionado para que esto que digo suene a cursi) y del respeto por nuestra individualidad (cosa muy distinta de favorecer que crezcamos en un ambiente individualista, competitivo y egoísta como sucede) se ha relegado en la Escuela para dar entrada a contenidos “más pragmáticos”, más “operativos”, más técnicos.
Para crear un mundo armónico, necesitamos extender la conciencia de abundancia y de cooperación por todas partes, además de ayudar a nuestros chavales a comprender lo que son. Iguales en el fondo y distintos solo en la forma. Nuestros alevines, desde bien pequeños deben sentirse queridos y aprender a aceptarse, a valorarse. Y rechazar comparaciones con cualquier tipo de modelo. Deben, asimismo, aprender a valorar el riesgo (no la temeridad) más que la “seguridad”. Porque solo así perderán el miedo a probar cosas nuevas y podrán desarrollar una vida más plena. Pero, claro, eso resulta peligroso y choca con los intereses de la gente que pretende controlarnos para que sirvamos a su modelo de sociedad. Una sociedad organizada en torno al concepto de Estado, que no sirve a las personas sino que más bien se sirve de ellas para desarrollar aquello que los que manejan los hilos del poder han decidido, sin consultar, es mejor para todos. Cargamos a nuestros niños de creencias, los saturamos de ruido y de palabrería. Palabras que resultan útiles como recurso para entendernos y poder enseñar el camino tan solo, pero insuficientes para comprender la vida y lo que de verdad nos enseña. Cuestión ésta que solo se realiza a través de la experiencia. Favorecer su proceso de experimentación y permitirles tomar contacto con sus anhelos más íntimos y desarrollar sus potencialidades y talentos es la labor fundamental que debiera desarrollar la Educación. Lo que me pregunto yo es si seremos capaces algún día de dar cuerpo a la verdadera educación que demanda el ser humano.
Gerardo Hernández Zorroza