Dos tristes tigres contaban trigo

Dos tristes tigres contaban trigo en un trigal sin trigo. Entonces ¿qué cuentan? Lo que cuentan son mentiras para ocultar su vergüenza por estúpidos, porque el cuervo astuto se llevó el trigo, delante de sus narices, para sembrarlo en paraísos más fecundos.

    09 nov 2011 / 09:54 H.

    Esta sería una buena fábula para enseñar a los niños que la política es el trabalenguas más triste y aburrido que nos ofrece la vida y, de paso, recordarles que el cuervo de esta fábula es el que se escapó, escarmentado y aleccionado, de la fábula en la que la zorra le arrebató el trozo de queso a base de Adulación, esa doncella que acompaña a la diosa Estupidez a lo largo y ancho de este mundo. En la comparsa también puede verse a Egolatría, Olvido, Vagancia, Placer y Molicie, y los dioses Festejo y Sueño Profundo. “Pues bien”, pone Erasmo de Rótterdam en boca de la diosa Estupidez, “con la ayuda leal de este séquito someto a mi mando toda clase de cosas, mandando incluso a los que mandan”, los cuales, ante el público, sienten tanta vergüenza de su estupidez que indiscriminadamente se la lanzan el uno al otro como un gran insulto. “Con que siendo éstos los más estúpidos, aunque pretendan pasar por sabios y unos Tales, ¿no tendremos toda la razón en llamarlos monosabios?” Dos tristes tigres desdentados, disputándose las tristes piltrafas de un país ofrecido a los buitres en los muladares del mercado, ¿qué es lo que quieren? Dentro de un trigal vacío, traban cifras estranguladas que se coagulan en el raciocinio. La realidad del que escucha queda cuajada y fragmentada. No han mencionado la fábula de los paraísos fiscales donde el cuervo obtiene tres pepitas de oro por un grano de trigo. En la tristeza de su granero, dos tristes tigres cuentan mentiras tralará, tralará. Pestiñazo idéntico a sí mismo. Cada personaje se parece tanto al otro que se confunden, porque el otro le dice lo mismo que escucha de sí: “ni que sí ni que no, que si quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento que nunca se acaba”. Y de vez en cuando, por broma, lanzan un ladrillo sin mirar. Y el ladrillo, activo tóxico, le da al otro y le rebota. La estupidez y la tontería se complementan con frenesí: aquélla procura que ésta se ría y repita el trabalenguas al pie de la letra en las urnas. Pero los niños preguntan: “Si no hay trigo en el trigal, ¿por qué hay tanta gente en la cola?”. Esos son los diputados y senadores que están calculando cuántos peldaños les quedan para llegar a sus escaños, porque saben que el cuervo, cuando se apague la luz, repartirá granos de trigo para que no falten tigres que sigan contando mentiras y le guarden el trigal.
    Guillermo Fernández Rojano es escritor