Dos meses con el alma en vilo por una hija desaparecida
Pasa el tiempo y cada vez se hace más dura la espera. El caso del crimen de Marta del Castillo alcanza cotas de dureza tales que es difícil entender cómo es capaz de soportar la familia tal cúmulo de despropósitos, con contradicciones permanentes entre los acusados y testimonios que se desdicen de un día para otro. Ahora, después de cuatro jornadas de búsqueda infructuosa en el vertedero sevillano de Alcalá de Guadaira y de dificultades añadidas por el mal tiempo, comienzan a disiparse las esperanzas de hallar el cuerpo de la joven, después de haber llegado a la zona considerada “sensible” y no tener aún indicios de estar por el buen camino.
El precedente de un mes peinando el río Guadalquivir para que después resultase ser falso, no ayuda a confiar en que el sitio el que se la busca ahora sea el verdadero. El juez de instrucción número 4 de Sevilla sigue tomando declaración a nuevos testigos que es de esperar arrojen más luces que sombras sobre este lamentable caso, de manera que puedan confirmar o desmentir las coartadas que han puesto sobre la mesa los algunos de los detenidos.
Precisamente, ayer martes se cumplía el triste aniversario de dos meses desde que desapareciera de su domicilio el pasado 24 de enero y, desde entonces, ni toda la fuerza del aparato policial desplegado ha servido para que se resuelva este terrible crimen que, conforme avanza, arroja más datos escabrosos e increíbles sobre el desarrollo de los hechos esa fatídica noche y sobre la fría actuación posterior de los presuntos culpables.
La sociedad reclama a la Justicia que se aplique en sus términos más absolutos, porque la sensación es de que los acusados se ríen continuamente de la ley. En estas circunstancias, parece claro que el hallazgo del cuerpo es primordial para cerrar la herida de una vez por todas y para que la familia pueda descansar por fin en paz.