DORY CANTERO MORENO: “La música siempre ha estado presente en mi vida”
Juana Pastor Rama
Nace en Molina de Segura, en Murcia, aunque sólo vivió allí unos meses. Sus padres se trasladaron y fijaron su residencia en Chiclana de Segura. Su pasado, siempre está presente porque sigue amando la tierra donde vivió sus años de infancia y juventud al calor de una familia muy querida por todos y formada por Alfonso Cantero y Adoración Moreno, sus padres, y sus hermanos, Andrés, Antonio y Alfonso.
Nace en Molina de Segura, en Murcia, aunque sólo vivió allí unos meses. Sus padres se trasladaron y fijaron su residencia en Chiclana de Segura. Su pasado, siempre está presente porque sigue amando la tierra donde vivió sus años de infancia y juventud al calor de una familia muy querida por todos y formada por Alfonso Cantero y Adoración Moreno, sus padres, y sus hermanos, Andrés, Antonio y Alfonso.
Conserva en su recuerdo a Chiclana, pueblo rodeado de peñas y olivos, calles estrechas y empinadas, desde las que se divisa un hermoso paisaje, que seguro podría describir, palmo a palmo, todos y cada uno de sus rincones y hablar de todos sus habitantes, siempre desde el cariño que tuvo a todos y que, en justa correspondencia, le muestran cada vez que los visita.
—¿Qué imborrables recuerdos conserva de aquella etapa en Chiclana?
—Mis padres, mi casa —de la que recuerdo cada rincón, el sonido de cada puerta al abrirse o cerrarse, el crujir de las maderas de cada escalera—, mi familia, mis amigos, el olor a tierra mojada, el sonido del reloj de la plaza y la radio que era entonces el centro de todas las reuniones. Eran aquellos aparatos de mueble de madera con su ojo mágico y su pantalla de seda, o los posteriores de bakelita colocados en sus repisas de rinconera, cubiertos con una fonda de cretona.
—Muy joven se marchó a Madrid con unos tíos y allí conoció al que hoy es su marido, Guillermo Moreda, ¿de qué año hablamos?
—Fue en 1964. Unos años más tarde nos casamos y nos trasladamos a Linares, donde nacieron nuestros tres hijos: Guillermo, Alfonso y Sol. Desde hace 17 vivimos en Jaén y me siento orgullosa de ser abuela de dos preciosos críos, Guillermo y Juan Ignacio.
—Que es feliz lo dicen sus ojos porque, como dice la canción, los ojos a veces son más que la voz. En torno a su voz retrocedemos a los años 60 porque la radio fue muy importante para usted. ¿Qué programa recuerda?
—“Fiesta en el aire”, que presentaba Boby Deglané, fue todo un éxito. También recuerdo los espacios de humor con ¿¿¿Tip y Top???, Pepe Iglesias “El Zorro” o Matilde Perico y Periquín, tertulias, concursos cara al público y las voces de Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa, Matilde Vilariño, Juana Ginzo y tantas otras dando vida a las novelas de Guillermo Sautier Casaseca: “Un arrabal junto al cielo”, “Ama Rosa” o de José Mallorquí con la serie de “Diego Valor”.
—¿Qué otras alternativas culturales había en el pueblo en aquellos años?
—Eran pocas las distracciones que teníamos y la radio nos abría una ventana por la que se colaba el aire fresco de la música, del teatro, de la cultura. La escuchábamos a todas las horas —hasta las doce la noche que cerraban las emisiones y entonces buscábamos las “prohibidísimas” radio pirenáica o Radio España Independiente—, para enterarnos entre “interferencias e idas de ondas”, de lo que se contaba de España fuera de nuestras fronteras.
—Desde muy joven le gusta leer y le apasiona la música. Fue, precisamente, por esta última por la que se convirtió en un personaje familiar en toda la comarca. ¿Cómo surgió todo?
—Un día apareció un programa nuevo en Radio Juventud Villacarrillo llamado “La Gran Subasta”, presentado por los locutores Ángel del Arco, Pepe Ruiz y Francisco José Hueso. Estaba patrocinado por el entonces gobernador civil, Felipe Arche Hermosa.
—¿En qué consistía?
—Solicitaba a los oyentes ayuda económica, ya fuera dinero o en especie, para recaudar fondos con los que construir viviendas para personas con poco poder adquisitivo en Jaén capital. Por cierto, nunca supe en qué zona se construyeron aquellas viviendas en el año 1960. La llamada radiofónica caló hondo en la gente y llovían ofertas desde toda la comarca. Cada cual regalaba lo que podía; unos un jamón, otros una caja de vino, otros una joya, un bastón, unos libros... con todo se formaban unos lotes que salían a subasta para que la gente pujara y se adjudicaban al que más dinero pagaba. Muchos también ofrecían dinero sin llevarse nada a cambio.
—Y su donativo, ¿en qué consistió?
—Se me ocurrió llamar a la emisora y ofrecer una canción sin consultar con nadie y pensando que mi ofrecimiento iba a pasar desapercibido; como llamé desde un teléfono que no era el de casa, mi madre que escuchó mi ofrecimiento por la radio me dijo que no sabía dónde me había metido. En cambio a los oyentes les debió parecer simpático y llamaban a la emisora ofreciendo dinero; unos “para que cante” y, otros, “para que no cante”, alcanzándose la cifra más alta de cuantos lotes se hicieron.
—Una vez finalizada la subasta tuvo que cumplir su compromiso cantando en la emisora de Villacarrillo aquella canción que había ofrecido, ¿la recuerda?
—Sí, “Noche de Ronda” y “Canción de Orfeo”, entre otras. Después, se organizó un festival en el teatro de este municipio en el que actué junto con otros aficionados de la provincia, delante del gobernador civil y otras autoridades. Recuerdo a Luisa Martínez, Gloria Teresa y Paqui Cruz. Después de este festival, vino otro en el teatro de Úbeda donde tuve el honor de compartir escenario con Marta Santaolalla, famosa actriz y cantante. Luego fui invitada por el párroco de Chilluévar a cantar para recaudar fondos para el arreglo de la parroquia y también con fines benéficos, en un colegio de Villanueva del Arzobispo.
—Su voz se hizo popular en toda la provincia gracias a la radio y a aquellas actuaciones. ¿Cantó en algún otro teatro?
—Sí. Creo que fue en 1964, en el Teatro Calderón de Madrid, acompañada por el maestro Rafael Ibarbia en una gala que la empresa Marconi organizaba, cada año, el día 6 de enero para que los Reyes Magos entregaran juguetes a los niños de los empleados. El verano de ese mismo año pasé unos días en Castalla (Alicante), en casa de un familiar y el sacerdote, que era amigo de la familia, me pidió que cantara en la emisora parroquial. Aún anda por ahí la cinta que se grabó en uno de aquellos antiguos magnetófonos Grunding con varias canciones. Entre ellas, hay una media granaíana que no había vuelto a cantarla hasta hace dos o tres años en una noche en La Carolina, cuando mi marido me pidió que la cantara entre amigos. No se cómo salió porque estaba muy nerviosa pero los amigos de “El rincón del arte” fueron tan amables que aplaudieron y hasta pidieron otra.
—¿Recuerda una canción que le dedicaron en plena subasta?
—Sí, era con música del “Romance de Valentía” y su estribillo decía así: “Por piedad Dory Cantero, Dorita por caridad vende tu voz por dinero, que Dios te lo pagará aquí no hay fama ni nombre, si cantas bien o no cantas son viviendas para pobre, son unas casitas blancas si cantas mal no repares, nuestro aplauso tienes ya y, como no eres cantante, vaya el perdón por delante si cantando quedas mal”. Como se puede comprobar, la música y la radio siempre estuvieron presentes en mi vida y lo siguen estando. En casa, hay varios aparatos de diferentes épocas, un órgano electrónico un viejo piano y dos guitarras.