Dormir
Fernando Cuesta Garrido desde JAÉN. La embestida nacionalista, puesta de manifiesto por el catalán y presidente de la Generalidad Artur Mas, responde a una estrategia muy meditada y bien diseñada. Un diseño que ha conseguido sortear la mala gestión de la comunidad catalana. Con el victimismo de que España nos maltrata se pide y a la vez se exige poder decidir la secesión. Una petición que viola la Constitución española además de ser uno de los mayores despropósitos que España, a lo largo de su reciente historia, ha tenido que soportar.
Por tanto la situación en la que se encuentra nuestro país está tomando un cariz muy complicado. El nacionalismo ha saltado todos los órdenes establecidos en el seno de una democracia. Sus ansias de cumplir su objetivo están generando un amplio malestar social. Añade además unas repercusiones internacionales muy negativas. A lo largo de más de tres décadas de democracia el nacionalismo ha ido creciendo sin descanso. Ha experimentado un auge desmedido. Las facilidades de ir aumentando su círculo de influencia han sido muy relevantes. Lo que indica que quienes han dirigido este país, a lo largo de estas tres últimas décadas, no han sabido colocar el coto. No han sido capaces de situar una barrera inexpugnable para evitar una ruptura entre los territorios. El nacionalismo vasco y catalán ha jugado un papel importante en el establecimiento de un régimen democrático, pero con el tiempo observamos que solo era una cortina de humo. Una cortina que en el caso catalán se ha retirado para ver la escena. Una escena de un solo acto el separatismo. La relajación política frente a la Constitución ha derivado en la reivindicación clara y contundente del separatismo. El trato de permisibilidad que se le ha dado al nacionalismo antidemocrático y excluyente ha sido letal. Dicho trato ha desembocado en una traición a la sociedad y a la democracia. Todo el mundo sabía y sabe que el último objetivo del nacionalismo es la independencia y nadie lo ha querido atajar. No es tiempo de reflexión como algunos parece que están haciendo. Es tiempo de colocar a quienes pretenden saltar las leyes y normas de este país y entre todas la Constitución en donde se merecen. No podemos permitir que el nacionalismo de las cavernas se instale entre nosotros para trasladarnos al pasado. Para evitar que se cuele un virus totalitario en el seno de nuestra democracia.