10 jun 2014 / 22:00 H.
En un mundo como el de hoy, estremece la condena a muerte en la horca por “adulterio y apostasía” de Meriam Ibrahim, una joven sudanesa casada con un cristiano. Su madre, que era cristiana, la educó como tal; ambas fueron abandonadas por el padre, musulmán. Por ello, ante las acusaciones, ha declarado que ni ha cometido jamás apostasía, ni renuncia a su fe para seguir viviendo. Y ya lleva 7 meses encarcelada con su hijo de 2 años, en una sucia celda, donde acaba de dar a luz a su segundo hijo sin asistencia sanitaria. La noticia ha dado la vuelta al mundo y ha recogido cientos de testimonios en contra de la sentencia. Pero ante tal injusticia, que demuestra una tiranía y abuso feroces de los derechos de las mujeres, del credo que sean, ninguna comunidad de feministas ha dicho una palabra. ¿Acaso todo lo que no huela a ideología de género no merece defensa alguna? La defensa de los derechos de las mujeres es mucho más que los gritos de a quienes solo interesa una mujer politizada, que lidera una lucha de derechos instrumentalizados, y absolutamente intolerante con otras manifestaciones no afines a su ideología. Queda claro que el feminismo es una cosa, pero la defensa real de la mujer es otra muy diferente. Las injusticias que sufren las mujeres en el mundo merecen una defensa recta, tolerante e imparcial. De lo contrario, solo servirá al juego de quienes las utilizan como excusa para otros fines. Meriam, gracias por tu fuerza y coherencia. Deseamos enérgicamente que se acabe ya este calvario y puedas volver a casa pronto.