Don Miguel Boyer

A sabiendas de que en este país se entierra bien, diríamos que hasta muy bien, la muerte de un personaje político tan controvertido como Boyer por ser ora socialista, ora conservador; haber sido el superministro de economía del Gobierno de Felipe González y después asesor del Gobierno del Partido Popular en la era Aznar, no deja a nadie indiferente.
Expropiador de Rumasa; la bestia negra del histriónico Ruiz Mateos —conocido empresario dedicado a los emporios-soufflée—, peligroso rival del poderoso Guerra de los años 80, acaba de fallecer. Para los que lo conocieron y para los que no, una mente brillante, un político con mayúscula y el primer ministro en dimitir, —de los pocos que a lo largo del tiempo han sido—. El paso del tiempo es implacable y lo que vende, vende. Injusticias que tiene la vida. Miguel Boyer Salvador, nacido en Cataluña, hijo de republicanos, socialista socialdemócrata desde el año 1966 y poseedor de una vasta cultura, ha sido rescatado una vez más por el papel couché y las tertulias televisivas por ser el hombre que se unió a la Reina de Corazones.
Un personaje con las luces y sombras que generalmente nos acompañan a lo largo de la vida pero que en la suya están nítidamente a la vista. Desgraciadamente conocido tanto por ser un político de talla en los dos primeros gobiernos socialistas, como por unir su destino personal al de la mujer que más portadas ha dado a la prensa del corazón de este país. Se sumergió en el mundo de la “hoguera de las vanidades” y la “beautiful people” se apoderaron de su mente poderosa. Belleza, finura y distinción nunca le han faltado a ella, poseedora de una imagen controvertida también, pero ¡oh paradojas de la vida! Llegó a eclipsar a un personaje de tamaña inteligencia y de constatada valía profesional y personal.
¡Vanitas, vanitatis! A la vista de lo visto, tenemos que concluir aceptando que las cosas no son lo que son, sino lo que aparentan que son.

    01 oct 2014 / 10:50 H.