Doctor Jekyll y míster Hyde pasean por Madrid
Juan Manuel Chica Cruz desde Úbeda. Detesto profundamente el trato con personas que un día te comen a besos y al siguiente te arrancan la carótida de un mordisco al cuello. Siempre he creído que la única solución para la bipolaridad es la medicación o poner tierra de por medio. Pero cuando dicho trastorno se aplica a la política que rige una ciudad, pongamos por caso Madrid, la cosa se complica:
Un buen día, emprenden viaje a Buenos Aires (a todo tren) para competir por unas Olimpiadas; con la comitiva más numerosa de todas; sin reparar en gastos para poco después, en un repentino ataque de lucidez, apretar las tuercas al empresariado que recoge las basuras, los cuales, como un muelle, trasladan instantáneamente a los trabajadores los recortes ahorrativos de esa política bipolar. Hace poco, un doctor Jekyll proclamaba urbi et orbe las excelencias de un Madrid olímpico y sus relajantes cafés para acto seguido dar paso a un malhumorado y desorientado míster Hyde entre montones y montones de basuras insinuando, casi, que es un lujo recoger las inmundicias propias de la actividad cotidiana humana.
Con todo el dinero que alegremente se han gastado, más el que pensaban gastar en unas Olimpiadas y ahora dicen que no tienen ni para cuestiones básicas. Políticas locas y ciudadanos pobres. Pobres y sufridos.