27 abr 2014 / 22:00 H.
Reciente la celebración del Día del Libro, puede parecer redundante incidir en la importancia que tiene, en toda sociedad, crear un hábito lector sólido en sus ciudadanos. En realidad, es un tema que afecta a todos los días del año y a todos los años de la vida de cada persona. Lo que en principio se excusa por falta de tiempo, que sí existe para otras actividades como salir de copas, al cine, etcétera, está dando lugar a un analfabetismo funcional que es preocupante en pleno siglo XXI. La gente lee, deletrea al menos, pero los problemas de comprensión lectora son enormes. Y hablo del analfabetismo funcional porque la obligatoriedad de la escolarización ha hecho mucho, muchísimo, pero no ha podido alcanzar el objetivo último: que todos los ciudadanos dominen la escritura y lectura. El fracaso escolar es el gran problema. Y aquí somos tan culpables profesores como padres. También es cierto que los docentes de todos los niveles no estamos viviendo nuestra mejor época. Recientemente se ha hecho eco la prensa de la disparatada idea de que un profesor que no sea un especialista en primaria pueda enseñar en este nivel. La gente pensará, si sabe cosas más difíciles, sabrá enseñar a los niños lo más básico. Pues no, no es lo mismo enseñar a leer y escribir a niños que explicar la desconstrucción a alumnos de más de veinte años. Los docentes de los distintos niveles educativos estamos preparados para nuestro nivel. Saber no implica necesariamente saber enseñar, y la docencia es eso.
Profesora de Universidad