Doce uvas, y un deseo
Demasiadas lágrimas han caído sobre la arena de este reloj de 2013. La provincia de Jaén, termina el ejercicio económico con las cifras más débiles y caóticas de los últimos años. Lo que más preocupa, el empleo, con la tasa de paro más alta de España, un 40,37% (dato de la última Encuesta de Población Activa), que se agrava si analizamos una población juvenil dispuesta a saltar Despeñaperros por un trabajo donde sea. Y es que la amenaza ya no sólo recae sobre nuestras cuentas corrientes, o la honorabilidad de los deudores frente a la razón de acreedores, sino por el grave y paulatino descenso de nuestro censo de población.
Este año trece, ya empezó con el record negativo de producción más baja de aceituna, que dejó a muchos jornaleros en casa, y que saldó a casi cero esa economía complementaria que supone el olivar en muchos hogares de nuestra provincia. No nos merecemos este carbón bajo el árbol de esta siempre escarchada Navidad, no nos merecemos la desindustrialización de nuestra provincia, ni el desatino de gobernantes enfrentados para encontrar soluciones eficientes. No nos merecemos que las “subprimes americanas”, el déficit público, la prima de riesgo, o la burbuja del ladrillo, generen tantas desigualdades sociales en esta provincia que tanto ha trabajado por su tierra. Se despide dos mil trece, con signos que alimentan el optimismo, como la ilusión de un gordo con retención, de una prospera campaña de aceituna, del fin de la recesión para unos y depresión para otros y de más promesas de reindustrialización. Esta noche, noche vieja, muchos jiennenses apretaremos con fuerza los dientes para machacar esas uvas de la suerte, y con lágrimas en los ojos, desearemos que el año que viene, no nos falte ni salud, ni amor, y que de una vez, llegue trabajo a nuestra tierra para insuflar alegría y dignidad. Son doce uvas y un deseo, poner fin a este capítulo negro de la maldita economía y que las instituciones que nos gobiernan y representan, al menos una vez, como el resto de españolitos al oír las campanadas, hagan algo a la vez.
Rafael Peralta es economista