Disfrutar con las tradiciones

El frío es una de las señales que indican la llegada de la “matanza” del cerdo. A pesar de que esta tradición cada vez es menos común, hay quién echa de menos pasar un día de convivencia con sus vecinos y amigos, así como abastecerse de embutido, chorizos y morcillas hechos por uno mismo, durante todo el año.
De esta manera, la Asociación de Vecinos San José de la Montaña es uno de esos colectivos que se han propuesto no perder las viejas costumbres. Tanto es así que, desde hace ocho años, residentes de la barriada de todas las edades, se reúnen en los salones del Colegio San Antonio de Padua para vivir una jornada plagada de diversión. Además, es la ocasión perfecta para que los niños aprendan de los mayores y que la tradición no desaparezca definitivamente.

17 nov 2015 / 11:47 H.


Virgilio Domínguez, presidente de la asociación de vecinos, calificó esta actividad como la “más entrañable” de las que se gestan entre los residentes de la zona. “Nos juntamos personas desde los 6 años hasta los 90. Los mayores son las que más disfrutan y las que hacen un mayor trabajo”, reconoció Domínguez. Hizo hincapié, además, en que se trata de una “minimatanza”. “Ya no hace falta matar al cerdo como antes, ahora se puede comprar directamente la carne y hacer nuestros embutidos con los mismos sabores. Es una forma de animar y recuperar esta tradición”, apuntó el presidente.
Chorizos, morcillas, salchichón y migas. Nadie estaba quieto y los participantes se concentraron en las mesas de trabajo para que todo estuviera listo para la comida. Una mesa alargada esperaba que las campanas de la Virgen de la Villa anunciaran que era la hora de comer. “Poner la mesa es un acto de convivencia, por lo que es una de las actividades que más se disfrutan. Además, después se hacen paparajotas y estamos toda la tarde juntos”, relató Domínguez.
Emilia Virgil, o “la matancera”, como la llaman los partícipes de esta celebración, es la voz de la experiencia durante este día. “Tengo muy buenas aprendices, ¿no las ves? A mí ya no me dejan hacer nada”, dice, mientras se pasea entre las mesas para vigilar que todo esté en orden. “Parece que en Martos se está perdiendo la tradición, además, todo ha cambiado de entonces a ahora”, dijo Emilia Virgil, con cierta nostalgia.
El fin de esta actividad, no es otro que el tradicional, de llevarse a casa los productos elaborados durante el día. Es por eso que, al final de la jornada, los asistentes a la “minimatanza” organizada por la asociación, contaron las piezas resultantes y las dividieron entre ellos. Asimismo, cuando sobra algo, se hacen unos lotes y se rifan en una tómbola. “El sorteo es otro momento en el que nos lo pasamos muy bien”, admitió Virgilio Domínguez, después de pasar, un año más, una jornada para recuperar las tradiciones marteñas.