Dioses de pacotilla

No me faltan palabras cuando necesito expresar mi opinión, sin embargo me cuesta encontrar la apropiada para expresar lo que siento cada vez que a una mujer le quita la vida su dueño y señor. Así debe sentirse quien decide el día y la hora en que ya has vivido el tiempo suficiente. Me cuesta pero lo consigo, siento vergüenza de que me recuerden continuamente que ya estamos en el siglo XXI. Me levanto y miro el calendario para comprobar que, efectivamente, hace quince años que entramos en él. Luego me asomo a la ventana y espero ver algún caballero de la Edad Media porque después de morir ochocientas mujeres en los últimos diez años, que me perdonen quienes me hablan de progreso porque me parece ridículo.

    27 nov 2015 / 11:49 H.

    La noticia dura varios minutos y ya es mucho. A continuación todo sigue como si no hubiera pasado nada, es lo que tiene la rutina, que nos vuelve insensibles. Pero no, la noticia debe seguir en el corazón de cada uno porque quien ha dejado su vida cuando no le tocaba, cuando tenía todas o la mayoría de sus metas por conseguir, tiene que hablar a través de los que tenemos conciencia. No son números, en la mayoría de los casos son madres que dejarán de acompañar a sus hijos en su primera comunión, no podrán ser su apoyo en los estudios, no estarán el día de su boda, en fin, los planes que tenían para ellas y los suyos se quedaron en las manos de un dios de pacotilla que un día desgraciadamente encontraron en su camino. Y dejando la parte fundamental que son indiscutiblemente sus hijos, recordemos a los padres. No solamente reciben el golpe más grande e inhumano que puedan recibir, sino que en muchas ocasiones pierden a quienes en un futuro no muy lejano les harían compañía y cuidarían, o sea, que el dios malo también se ha llevado sus planes por delante, porque quien se dejó la vida sin querer, no estaba sola, estaba rodeada de personas que la querían y a quienes quería. Que ellas denuncien y que los gobiernos hagan lo posible para luchar contra la violencia de género. Es mejor que los dioses dejen las manos quietas.
     Juana Garrido