Dignidad humana
Juan Antonio Narváez Sánchez desde Úbeda. Sandra Díez asesinada en Úbeda. El puente del Pilar y otras circunstancias familiares me llevan a permanecer en Úbeda unos días, coincidentes con los luctuosos hechos del asesinato de Sandra Díez. He podido comprobar diversas reacciones a nivel de ciudadanía: desde una notoria indignación hasta la indiferencia, pasando por lo de asesinato machista o tal como está la juventud puede pasar cualquier cosa.
El lunes hubo concentración de personas delante del Ayuntamiento, palabras, silencios, y luego se desplazaron unos metros hasta la puerta del Juzgado para gritar “asesino” al paso del único acusado. Todo esto al día siguiente a las consiguientes horas en el tanatorio y posterior entierro en el cementerio de San Ginés, lugares donde se guardó el debido respeto, aunque no cesaran los comentarios. Este asesinato se circunscribe dentro de una desgraciada serie acaecida en similares o parecidas circunstancias. Entre otros factores causantes considero que hay uno que es determinante: la falta de reconocimiento y valoración por parte de un sector de la juventud, de lo que es la auténtica dignidad humana. Sector de la juventud en la que impera el utilitarismo y el relativismo: aquello que me molesta o que ya no me sirve lo hago desaparecer, sin apreciar si son cosas o personas; o, tal vez, porque para ellos las personas son cosas. Quizás la razón sea la ignorancia, pues desde el inicio de su formación no le han imbuido sólidamente que las personas han sido creadas por Dios y para Dios, y que la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios y, por tanto, que la vida humana es sagrada.