Días felices
Hay todavía muchas más flores y colores que aquellos miedos que tenemos a conocernos, y por ejemplo, aquí en Jaén, muchos más olivos que nuestras mentiras, que después de todo son sencillas, veniales, y emergen a la superficie como burbujas que van del aire al aire, para después pasar a la noche de los tiempos.
Siempre nos va a gustar la vida si tenemos crédito de algún banco bueno, que lo habrá si lo buscamos en los bolsillos del hombre que ríe sin Botines, en el tejado y en el sótano de cualquier casa jaenera. Siempre seremos importantes a nuestra manera, porque nos lo merecemos, y porque somos vareadores altivos. En esta tierra aceitunada estamos nosotros y nuestros hijos haciendo todo lo posible para parecernos a las cosas bonicas, que son tantas y mayores que los pesares que se arrastran. Nuestro banco de alimentos han sido los funcionarios y las tabernas, y nuestra bandera es morada como la sangre del lagarto de la “Malena”. No nos comparemos, no miremos con nuestro Santo Rostro, al prójimo inmediato o lejano como a un sospechoso, porque no se lo merecen ni él ni nuestra conciencia. El patrimonio de la humanidad está en nuestras calles, desde el Castillo que nos contempla hasta la quijotesca presencia de aquel señor Piturda. Somos de Jaén que a pesar de todo también existe, y nos sobran el “ni pollas”, algunas lanzas y algunos “montoros”, al igual que nos sobran órganos para donar y sierras para que España respire. Y ya que sabemos que Despeñaperros no empieza en los Pirineos y que Abuelo no hay más que uno, convendría recordar, aprovechando que la Constitución se celebra mañana, que la misma, en su artículo seiscientos setenta mil, dice textualmente: a los de Jaén no los piséis, que llevan chanclas. Así que vamos a llevarnos bien y no nos vayamos, a ser posible, por los cerros de Úbeda.
Funcionario
Juan del Carmen Expósito