Desprecio a la vida

A los amantes de los placeres del mantel y de la colcha, a los que preferimos el conocimiento a la obediencia, la razón a la fe, a los que estamos contentos con nosotros mismos sin que una mala conciencia ensucie nuestra relación con el mundo y con las personas que nos rodean, hay cosas que no dejan de sorprendernos y sobrecogernos.

    11 may 2012 / 10:38 H.

    Trato de comprender qué puede mover a una persona como el redactor jefe de la revista Alfa y Omega, publicada por el Arzobispado de Madrid y que se reparte cada jueves con la edición madrileña del ABC, a equiparar la dispensación sin receta de la píldora con despenalizar un delito como la violación. El artículo de este señor, periodista galardonado con el Premio Juan Pablo II de la Comunicación Crónica Blanca que se otorga, según palabras de su beato patrón “por la convicción de que es posible ser auténticos cristianos y al mismo tiempo excelentes periodistas”, nos hace llegar a la conclusión de que violar a las pecadoras que no respeten las normas de su fe no es un delito. El artículo tiene el desafortunado título “La violación, ¿fuera del código penal?” Todavía no tenía superado el trauma que me produjo su artículo “Los cuatro candados” en el que, según interpretaba la degenerada lógica de tan insigne misógino, “los órganos genitales merecen, en toda sociedad, presente o pretérita, una protección muy especial, sobre todo los femeninos. Son un santuario de vida”. El delito está en utilizar los genitales con fines no reproductivos. Si una mujer decide tener relaciones sexuales sin intención de procrear o para disfrutar o con diferentes hombres, a esto lo llama “banalización de la sexualidad”, esa mujer ya no tendrá derecho a decidir con quién mantener esas relaciones o cuando quiere o cuando no quiere. En resumen, banalización es igual a la desaparición del delito penal de violación. Estas desgraciadas, agresivas y destructivas palabras me han traído a la mente las de aquella lúcida homilía del Arzobispo de Granada justificando el abuso sexual de las mujeres que interrumpen voluntariamente su embarazo o las muy oportunas palabras del cardenal Cañizares cuando insinuó que el aborto era más grave que el abuso sexual, haciendo referencia los treinta y cinco mil menores que sufrieron abusos físicos, psíquicos y sexuales en Irlanda durante treinta años. Podría seguir, pero sólo quería mostrar un botón de la violencia, de la negatividad, del desprecio, del malestar, del odio al mundo, a los demás y a sí mismos que estas conciencias descontentas de sí mismas son capaces de mostrar apoyándose en una cultura religiosa y una moral que nos hace a todos víctimas y objeto de su descontento y su dificultad para existir.
    Miguel Ángel Olivares es escritor