Despedida a un empresario ejemplar

Adiós a un hombre bueno y a un emprendedor ejemplar. La provincia despide hoy a Rafael Soria Sales, el que fuera primer presidente de la Confederación de Empresarios de Jaén (CEJ) y uno de los grandes impulsores del diálogo social en la provincia. Industrial aragonés, aunque afincado en la provincia desde hace casi siete décadas, falleció ayer a los 85 años. Hoy, será incinerado, tal y como era su expreso deseo, tras la celebración de la misa de funeral en la parroquia de San Juan Evangelista de Mancha Real, el municipio que lo acogió y desde el que se forjó una brillantísima carrera empresarial.

26 sep 2014 / 09:22 H.


Nacido en el municipio turolense de Valderrobres, el pueblo que prácticamente visitaba cada año, Rafael Soria Sales emigró a la provincia, junto a su familia, en los primeros años 40. Demostró desde muy joven madera de buen emprendedor. Junto a su padre, puso en pie una de las primeras extractoras de orujo existentes en Jaén. Primero, en unas instalaciones alquiladas cercanas a la capital. Después, ya en 1948, en Mancha Real, en la orujera que llevaría su nombre.


Casado con María Herrera, fue padre de diez hijos: “Mi padre fue siempre un trabajador incansable”, recuerda Manuel. “No encontrarás a nadie que hable mal de él”, añade. Desde Jaén, Rafael Soria fue el gran impulsor de la Asociación Nacional de Extractores de Orujo, que presidió durante más de dos décadas. Siempre fue consciente de que el sector oleícola tendría que estar unido para ser más fuerte y contribuir al progreso de la provincia jiennense. De ahí que, a primeros de la década de los noventa del siglo pasado, fuera uno de los impulsores del proceso de normalización de la Confederación de Empresarios de Jaén, un colectivo que, a pesar de estar agrupado, no tenía conciencia de organización. Su labor fue decisiva para la elaboración de los estatutos de la patronal jiennense. Su enorme dedicación le sirvió para ser designado primer presidente del colectivo. Ocupó el cargo desde el 30 de junio de 1992 hasta el 1 de julio de 1993, cuando fue sustituido por José Luis Siles. “Desde luego, sentó las bases de cómo teníamos que trabajar. Fue un ejemplo para los que vinimos después”, explicó ayer su sucesor en la presidencia.


La labor desarrollada entonces por Rafael Soria Sales le valió para que, casi 30 años después, la Subdelegación del Gobierno le diera un reconocimiento, junto a los primeros secretarios provinciales de los sindicatos Comisiones Obreras y UGT, Manuel Córdoba y el ya fallecido José María Sánchez, respectivamente. Los tres —el empresario y los dos sindicalistas— recibieron, en diciembre de 2010, una mención por su voluntad de preservar desde los primeros tiempos de la Transición un espíritu de acuerdo en los grandes asuntos económicos y laborales. “Su trabajo colectivo posibilitó un notable desarrollo y una gran estabilidad social”, destacó el entonces subdelegado del Gobierno Fernando Calahorro.


Rafael Soria Sales, además de orujero, también fue agricultor y aceitero. El sector oleícola coincide en señalar que fue uno de los primeros que puso sobre la mesa la necesidad de aprovechar el valor añadido de la comercialización del “oro líquido”. Puso en marcha varios negocios, siempre vinculados al campo.
Además de su faceta de empresario, Rafael Soria era una apasionado de los coches clásicos. De hecho, fue presidente del Club Al Ándalus, dedicado a mantener vivos los vehículos de época, desde su fundación en 1980 hasta 1999 y, posteriormente, desde 2002 a 2010. Su labor fue extraordinaria y, no en vano, era presidente de honor de la institución desde el 4 de junio de 2011. Él mismo poseía más de veinte vehículos clásicos, que tenía en perfecto estado: “Rescató alguno de estos automóviles de gallineros o establos. Los restauró y los convirtió en joyas”, explica su hijo Manuel, que ha heredado esta pasión por los coches.
Precisamente, el pasado 12 de septiembre, padre e hijo participaron en la segunda edición de la Subida a Sierra Nevada en Ford A. Fue entonces, al terminar este actividad que le apasionaba, cuando sufrió un desvanecimiento. El mareo se produjo manera inesperada pues, a pesar de sus 85 años, presentaba una salud de hierro. Al perder el conocimiento, cayó hacia atrás y se golpeó en la cabeza: “Sufrió daños muy severos y sabíamos que no iba a poder superarlos”, rememora Manuel. Durante, prácticamente dos semanas, Rafael Sola luchó por su vida desde la cama de un hospital. No pudo superarlo. “La provincia pierde a un gran hombre”, resume Juan Arévalo.