Desmontando a Hitchcock con Alma
Por Nuria López Priego
Hay quien asegura que la música es la más universal de las artes porque es capaz de llegar a todos los hombres, independientemente de su sexo, de su edad, de su condición económica y social e, incluso, de sus capacidades físicas o psíquicas, como planteaba Hijos de un dios menor (1986, Randa Haines).

Hay quien asegura que la música es la más universal de las artes porque es capaz de llegar a todos los hombres, independientemente de su sexo, de su edad, de su condición económica y social e, incluso, de sus capacidades físicas o psíquicas, como planteaba Hijos de un dios menor (1986, Randa Haines).
Su lenguaje eleva, guía en el descenso a las tinieblas y tiene el poder de compensar el vacío que no curan las palabras. Por eso, con esta limitación a cuestas, la Reserva de hoy comienza como un ejercicio de imaginación sonora, evocando la sintonía que introducía al maestro del suspense, el orondo, obsesivo y excelso sir Alfred Hitchcock. Un perfeccionista de la imagen, de la escena y, en general, de la trama que logró hacer época en la historia del séptimo arte inquietando y encandilando a la vez a crítica y público y que, ahora, resucita en la película homónima de Sacha Gervasi. Una cinta exquisita audiovisualmente, que reproduce las fórmulas cinematográficas que hicieron notable al director de Extraños en un tren y que, en la recreación del rodaje de la emblemática Psicosis (1960), va más allá de la mera belleza estética y conquista por duplicado y a niveles distintos. Por un lado, con la excelente construcción de un guion que guiña, cómplice, a ese género que hizo de Hitchcock un cineasta de culto y, por otro, con el análisis que hace no solo del célebre autor de Con la muerte en los talones (1959), sino de su esposa, Alma Reville, una rubia clarividente, creativa y de armas tomar que, como tantas mujeres, puso su vida y su intelecto al servicio del talento de su marido, y, sobre todo, de su matrimonio. Una relación marcada por la obsesión del creador de Marnie, la ladrona por las rubias, y el tormento que esto suponía para su esposa, una mujer a la que Gervasi rescata del anonimato para deconstruir al genio y humanizarlo.
Para lograrlo se sirve de un elenco que en el que, fundamentalmente, brillan dos estrellas: un Anthony Hopkins que borda el papel de ese Hitchcock angustiado, perverso y sentado en el diván que, a los 60 años, se enfrenta al miedo de que la industria lo “entierre” a su pesar como creador, y una Helen Mirren que consigue tragárselo por momentos en el rol de la abnegada esposa que, en silencio, y solo de cara al espectador, exhibe la frustración de la vejez, de la pérdida de atractivo sexual y de la figura invisible en la que se ha convertido para su famoso marido, que solo empieza a verla ante la posibilidad de que esta tenga una aventura amorosa con un escritor de poca monta que él denuesta desde los celos.
Hitchcock es un magistral homenaje al hombre excesivo, tímido y controlador que comía como un desquiciado y que murió, como tantos hombres, sin llegar a descubrir el secreto del misterioso elixir femenino, y un retrato excepcional de las relaciones sentimentales que han durado demasiado. De la desconfianza y de la irritación que se apodera de los cónyuges en determinados momentos de esa historia común, del hastío, de los sacrificios y de la apuesta diaria por el otro que conlleva, pero también del éxito de ir de “a dos”, como Hitch y Alma, como Alma y Hitch. Con todas sus luces y sus sombras, y con un suspense digno de su mejor mentor.
Hitchcock
EE UU - Año: 2012 - Director: Sacha Gervasi
Protagonistas: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson