Descenso de la forma más cruel
El fútbol volvió a ser cruel con el Real Jaén y le deparó el descenso más cruel posible. No pudo tener peor final la temporada 2013/2014 para el conjunto jiennense. Por su vuelta a Segunda División B y por cómo se produjo. El Real Jaén tuvo la permanencia en su mano, con un gol a favor, con un público entregado y con unos marcadores que le vinieron de maravilla. Solo faltaban siete minutos para el final, los suficientes para tirar por tierra el trabajo de todo un año.

De nuevo, la falta de solvencia defensiva propició un gol que cambió todo el partido y la temporada. Juanma igualó en el minuto 83, cuando el Real Jaén prácticamente acariciaba la permanencia. Pero gestionó muy mal el equipo los instantes finales. Se dejó llevar por la pasión y por el corazón, y no supo contrarrestar la apuesta ofensiva que hizo Alberto López en la segunda parte. Al Real Jaén le faltó sentido y criterio para dejar morir el encuentro y no darle vida a un rival que apostó con decisión por darle un giro al juego.
Y bien que lo dio. Los minutos finales fueron de vértigo. El encuentro se convirtió en una noria porque a ninguno de los dos conjuntos les valía el empate. Más entero que su oponente, sobre todo en el aspecto mental, el Alavés se fue arriba y, en otro despiste defensivo, Quiroga dio la vuelta al marcador. Increíble. En apenas tres minutos, el conjunto vitoriano cambió la suerte del descenso. Pero el Real Jaén quiso morir con orgullo y se dejó la última gota de sudor sobre el césped. En un remate excelente, Fran Machado puso el empate a dos. De nuevo, el juego fue un correcalles, sin alma, pero con corazón. El punto condenaba a los dos, por lo que el riesgo fue mutuo. En cuatro minutos, o alguno marcaba o los dos caían al pozo. Y lo hizo el Alavés en un cabeceo de Guzmán que superó a René, en un ejemplo claro del desorden y de la facilidad defensiva que mostró el conjunto de Manolo Herrero en la segunda parte.
Se consumó el drama. Y con una dureza infinita. Seguramente, los diez minutos finales han sido los más terribles de la historia del Real Jaén. Fueron minutos llenos de dolor, con una permanencia que estaba en las manos y que se escapaba por momentos sin poder agarrarla. No llegó bien el equipo al final, en ningún sentido, y le golpeó con tanta dureza el empate que se dejó sentir en el comportamiento general. Es el sino de este Real Jaén. El éxito que consigue siempre lo hace con un sufrimiento extremo, como lo sucedió en años anteriores. En el lado opuesto, cuando pierde una categoría, como ayer, lo hace de la forma más dramática y menos natural, aunque, probablemente, nunca como este año. Hubo derrota, drama y crueldad, una trilogía que suele tener un efecto demoledor y terrible.
El descenso se consumó ayer, pero se encauzó con la derrota ante la Ponferradina. Ahí empezó el Real Jaén a asomarse al precipicio y a ver la sombra de la Segunda B. Lo de ayer era jugar con fuego y dejarlo todo para última hora. Y como sucede en en esos casos el porcentaje de fracaso es elevado. Así sucedió. Acabó el encuentro y la tristeza fue impresionante. Hubo jugadores que se desplomaron sobre el campo y que no dieron crédito a lo que vivieron en el césped. Les tocó vivir la parte más amarga del fútbol. En la otra acera, la alegría fue inmensa. El Alavés, que estuvo casi toda la temporada en la zona de descenso, salió a última hora y después de un encuentro impensable en cualquiera de los pronósticos. Fueron las dos caras del deporte. El Real Jaén lloró desconsolado por volver de nuevo a una categoría triste y sin pedigrí, mientras que el Alavés sacó la cabeza cuando más difícil lo tenía. Seguirá cerca de las estrellas y en una división llena de atractivos. El Real Jaén, por su parte, forjará su destino en campos complicados sin la grandeza de Riazor o La Romareda. Es un final que se veía venir. La permanencia estuvo tan cerca que el descenso solo aporta más dramatismo a un final inmerecido.