Desaprender lo aprendido

Un militante de lujo del Partido Comunista Italiano, el cineasta Bernardo Bertolucci, comentó en una entrevista que cuando cayó el muro de Berlín cambiaron tanto sus referentes que él y muchos como él tuvieron que construirse una nueva identidad. Salvando las diferencias, el escritor vasco Fernando Aramburu ha incidido en la misma idea al hablar de cómo la caída de ese otro muro de sangre de ETA podría suponer un cambio de piel en la sociedad de Euskadi.

    10 dic 2011 / 10:31 H.

    Esa transformación la expresaba Aramburu más bien como un deseo, porque lo que él ha denunciado es el miedo que atenazaba a los novelistas vascos a ver lo que les rodeaba. Han mirado los crímenes, han mirado en silencio al silencio amedrentado de sus vecinos, han mirado cómo los verdugos de ETA robaban a toda una sociedad las palabras, las miradas, los pasos en el paseo. Han mirado el miedo de sus propias manos a escribir que en vez de democracia los asesinos habían impuesto la dialéctica fascista de las pistolas. Han mirado todo eso, pero al parecer no veían nada. Es en ese sentido, en el que Aramburu deseaba una corrección del largo y destructivo aprendizaje de la sumisión y del silencio.

    Otros que se plantean construirse una nueva identidad son los militantes del PSOE que están en el camino de averiguar dónde está la grieta en el tiempo por donde se les han ido los millones de votos, ¿qué deben aprender, que antes no sabían, para taponar esa filtración en las cañerías del otoño por donde se les han ido las antiguas fidelidades? De igual modo, el PP debe andar preguntándose cómo pueden utilizar ese regalo envenenado del poder, de qué modo administrarlo si no tienen otras armas para hacerlo que las que habían señalado como nocivas en manos de sus antecesores. Si ni siquiera sabemos qué meterá un poco de vida en nuestra economía, si será el ahorro ascético como impone la Unión (la unión de Sarkozy y Merkel), o algo tan incompatible con lo anterior como la reactivación de la inversión pública que es lo que piden economistas de prestigio como Paul Krugman.

    Sin duda, estamos viviendo una de esas brechas en la historia que a todos nos obliga a ignorar lo que antes sabíamos porque la realidad ya no tiene los parámetros que nos eran habituales. Habíamos aprendido que todo avanzaba sin demasiados traumas a ir mejorando nuestra civilización y ahora nos encontramos en medio de una incertidumbre tal que todos los caminos parecen borrosos y se dan palos de ciego o se reedita la caza de brujas, como esa idiotez de culpar de la crisis a los que pedían préstamos bancarios.

    Parece, pues, que estamos obligados a desconocer lo que antes conocíamos y a hacer nuevos aprendizajes. Y es este precisamente el lado positivo de la crisis, porque no hay mejor modo de llegar al fondo de las cosas que apoyándonos en la crítica y en la duda, desechando el lastre de lo inservible, desaprendiendo toda la letra muerta que habíamos aprendido.

    Salvador Compán es escritor