27 mar 2014 / 23:00 H.
Era de esperar que se criminalizase la “Marcha de la Dignidad”, pero lo cierto es que no esperaba que la noticia se centrara en los actos violentos ocurridos después. La noticia es los más de dos millones de ciudadanos procedentes de todas las regiones de España que se unieron en Madrid para protestar por las políticas del gobierno más reaccionario de Europa Occidental, y no unos actos violentos minoritarios que se han utilizado para desviar la atención de las marchas. Unas marchas que han sido, quieran ocultarlo o no, la mayor movilización que se ha visto en Madrid y en España. Una movilización contra una política que si se compara con el panorama europeo es, hay que decirlo a las claras, de la más rancia ultraderecha. Tampoco se ha hablado de la enorme simpatía y del apoyo popular que tuvieron los días anteriores estas marchas y que son el reflejo de un sentir. Esta protesta se ha llevado a cabo contra un estado que no representa las clases populares y que sigue imponiendo unas políticas públicas para las que no existe ningún mandato popular que las avale y que carecen de legitimidad democrática. ¿En qué programa electoral aparecían? Aún así se sigue dañando brutalmente el bienestar y la calidad de vida de estas clases populares. En la “Marcha de la Dignidad” han salido a la calle ciudadanos de los distintos pueblos que constituyen la España real, la democrática, la laica, con toda su diversidad social y nacional, contra un Estado que está asfixiando con su política de austeridad y no ya de reducción, a estas alturas hay que hablar de eliminación, de derechos sociales, laborales y políticos que esta deficiente democracia ya de por sí tenía poco desarrollados. Cuando uno piensa en la composición tan enriquecedora de estas marchas, la suma de tantos movimientos y la diversidad de ciudadanos que las forman, te lleva a la conclusión de que esta democracia insuficiente y aquella transición inmodélica se agota a pasos agigantados. Los movimientos sociales y partidos políticos deben pensar en cómo superar esto para acercarse al cambio para una democracia real ya.
Miguel Ángel Olivares es escritor