Demasiada carne
Son muchos los alimentos que, en distinto grado y según su dosis y modo de preparación, producen cáncer. El reciente estudio de la Organización Mundial de la Salud no ha hecho sino concretar más algunos aspectos suyos en lo relativo a la carne, rompiendo —y eso es muy importante— el muro de intereses que intentaban disimularlo.
La industria cárnica ha hecho más que cuadriplicar su producción en cincuenta años, a costa de “cultivar” una carne con productos muy perjudiciales para la salud, tanto respecto al cáncer como a otras enfermedades. Ha propagado la idea insana que hay que comer carne en cantidades antes impensables. Esto produce una erosión acelerada de los suelos, obliga a labrar otros nuevos y desgasta nuestra única Tierra. Un mismo terreno produce de diez a veinte veces más proteínas vegetales que animales. La cría de ganado consume la mitad de los cereales y agua del mundo. Una dieta a base de carne cuesta el triple. También agrava la desnutrición de una gran parte de la humanidad.
De ahí que por mi salud, por mi economía, por mi planeta y por solidaridad con los demás y también con los animales —criados en forma bárbara para el matadero— procuro, desde que fui tomando conciencia de estos hechos, consumir menos carne que la que mi ambiente me había inducido a comer y que de tantas maneras nos perjudica, directa o indirectamente, a todos.
La industria cárnica ha hecho más que cuadriplicar su producción en cincuenta años, a costa de “cultivar” una carne con productos muy perjudiciales para la salud, tanto respecto al cáncer como a otras enfermedades. Ha propagado la idea insana que hay que comer carne en cantidades antes impensables. Esto produce una erosión acelerada de los suelos, obliga a labrar otros nuevos y desgasta nuestra única Tierra. Un mismo terreno produce de diez a veinte veces más proteínas vegetales que animales. La cría de ganado consume la mitad de los cereales y agua del mundo. Una dieta a base de carne cuesta el triple. También agrava la desnutrición de una gran parte de la humanidad.
De ahí que por mi salud, por mi economía, por mi planeta y por solidaridad con los demás y también con los animales —criados en forma bárbara para el matadero— procuro, desde que fui tomando conciencia de estos hechos, consumir menos carne que la que mi ambiente me había inducido a comer y que de tantas maneras nos perjudica, directa o indirectamente, a todos.