Del zapato de tacón y la falda al reto de saludar a la primera “generala”


Hubo quien se echó las manos a la cabeza, en 1989, cuando de la Academia de Baeza salieron las primeras mujeres para convertirse en guardias civiles. El logro, 25 años después, es recordado como uno de los grandes avances de las españolas en la lucha por sus derechos.
Hay treintañeras de hoy que, cuando eran niñas, vieron a una joven vestida de verde y con tricornio y se echaron una foto con ella. En la Baeza de hace 25 años, donde a la Academia de la Guardia Civil llegaron las primeras mujeres para ingresar en el Cuerpo, era como retratarse con una marciana. Ya no es novedad conocer a una “picoleta” o que un hombre se case con ella; incluso, habrá casas en las que el padre, la madre y la hija hayan jurado bandera.
La uniformada de mayor rango es comandante, aunque todavía no hay “generalas”. Cuando llegue este nombramiento, la Real Academia de la Lengua tendrá que modernizarse, porque el vocablo, actualmente, designa a la mujer del general. “Es cuestión de tiempo”, reflexionan una profesora y una alumna de la escuela baezana del Instituto Armado, en el Patio de Armas. Las futuras guardias de la 119 Promoción, de lejos, no se distinguen de sus compañeros. Visten un chandal pardo y zapatillas; ya, de cerca, se observa que todas tienen el pelo recogido con una cola, como marca el régimen interno de la institución, y que recorren la misma distancia en las clases de gimnasia. No fue así en el estreno de las primeras agentes. El traje           reglamentario incluía zapatos de salón, con un pequeño tacón, y una “terrible” falda pantalón. “Así patrullabas, te bajabas del Nissan y  a recorrer el campo; no ganaba para medias”, relata una de las veteranas. Se da la circunstancia de que la primera norma sobre el uniforme femenino es de abril de 1989, dictada posteriormente a la fecha de ingreso en el centro de Baeza, un hito que llegó en septiembre de 1988. El 23 de junio de 1989, 197 mujeres recibieron sus despachos; solo 5 de ellas renunciaron. “Son exactamente iguales en todo, no hay distinciones en el trato”, deja claro uno de los hombres de este destacamento; el único paso que no se ha dado, y parece obvio que no llegará, es que las camaretas y las duchas sean compartidas.
Una decena de mujeres forman parte de la plantilla de la Academia, que está formada por más de 200 guardias civiles. En el Cuerpo son 5.200, un 8% del total de la plantilla. Más de la mitad están dedicadas a las labores de Seguridad Ciudadana, es decir, al día a día de un cuartel. Ya no hay una especialidad en la que no estén destinadas, incluida la Agrupación Rural de Seguridad, y 763 de ellas ya tienen un puesto de mando. El viernes, el Ayuntamiento de Baeza les dará un homenaje a todas las guardias civiles, con motivo del Día de la Mujer; la ciudad les está agradecida, porque la situaron en el mapa de la lucha por los derechos de las españolas.
Mientras llega el galardón, en la Academia de la Guardia Civil, la sargento Verónica Monrreal da clases en el laboratorio y enseña a los nuevos a descubrir los billetes falsos; lo mismo que otra compañera instruye sobre cómo disparar, y así todo; saludan a sus superiores y ponen firmes a los subordinados, tan normal, como si llevaran toda la vida con el tricornio, y no “solo” un cuarto de siglo.

11 mar 2014 / 23:00 H.