De su capa, un sayo
Una amiga ligada a una fundación internacional me pide que colabore en la encuesta que acaban de encomendarle. La comprendo porque está en paro, con dos carreras y un currículum de cursos y experiencias que ocupan varias hojas, y el ánimo indignado que le procura esos empleados de la administración andaluza que según ella no le verifican méritos profesionales.
El sondeo es tan breve como había anunciado, pero en la primera pregunta comienzan las complicaciones. Pretende que en un minuto le dé la lista de los diez personajes más importantes de la historia universal. Cumplo en poco más del tiempo previsto con diez europeos, cinco de ellos españoles. Los nominados extranjeros surgen con más dudas, pero la lista quedó completada por Julio César, que soñó en Cádiz con su grandeza, Leonardo da Vinci, Shakespeare, Aristóteles y Alejandro Magno. En cuanto a los españoles, todos andaluces o cultivados en Andalucía: Cervantes, Velázquez, Goya, Juan Ramón y Picasso. Termino satisfecho, pero la encuestadora me advierte que si apruebo es por los pelos. No entiende que haya dejado fuera a Colón, ni acepta como explicación que junto al genovés habría que incluir a Martín Alonso Pinzón como verdadero artífice del descubrimiento. La pregunta de María Teresa León, compañera de Rafael Alberti, cuando le concedieron el Nobel a Juan Ramón debía haberse hecho antes los méritos de Colón. La poetisa la lanzó al viento: ¿habría habido premio sin Zenobia? O sea, ¿Habría Colón descubierto América sin Pinzón? Luego me ataca con la ausencia de Lorca y le respondo que tampoco figura Jesucristo. La risa le acompaña para acusarme de incoherencia porque me identifica como laico y le contesto con una cita de Claudio Magris recogida por Vargas Llosa: “Laico es quien sabe abrazar una idea sin someterse a ella, quien sabe comprometerse políticamente conservando la independencia crítica, reírse y sonreír de lo que ama sin dejar por ello de amarlo; quien está libre de la necesidad de idolatrar y de desacralizar, quien no se hace trampas a sí mismo encontrando mil justificaciones ideológicas para sus propias faltas, quien está libre de culto de sí mismo”. Después me acusó de imperfecciones respecto a la cita y precede con una carcajada la rememoración del día que a un funcionario de Justicia le obligué a retirar de la pared del despacho oficial una enorme estampa de La Macarena con el argumento de que podía molestar a los fervientes trianeros. Coincide que el administrativo judicial es su padre y hace bien con tener su casa empapelada de estampas similares sin que su hija agnóstica pueda ni deba decirle nada, porque en su espacio privado puede hacer de su capa un sayo.
Juan José Fernández es periodista