08 may 2014 / 22:00 H.
Pedro Ruiz se llama un humorista que, con poca gracia, se hizo un hueco en la televisión, una estrella. Pedro Ruiz se llama un cura natural de Sabiote, con plaza en Canena, que, aunque parezca raro, tiene en común con su homónimo la fama “A lo mejor un hombre se emborrachaba y llegaba a su casa y le pegaba a la mujer, pero no la mataba como hoy”, dijo, desde el púlpito, y ante un auditorio lleno de niños vestidos de marineritos y niñas de blanco, adolescentes en ciernes, que, como esponjas, absorben cualquier información, las buenas y las malas. Lo grabaron, lo tuitearon, los compartieron en Facebook y, en general, lo pusieron verde. ¿Qué esperaba el sacerdote? Un rapapolvos se lo merece. Además, él solo se complicó la vida; no pidió perdón hasta los tres días y se puso farruco con los periodistas. ¡Ay Señor! ¡Qué disgusto para esos padres y esos nenes, qué sofoco! ¡Menos mal que los comulgantes tienen sus “iphones” y sus tabletas para olvidar esas palabras! Quizás el sermón estaba en esos dispendios, no en si antes se pegaba a la mujer de uno con más cariño que hoy y con valores.