Día 3: De Jaén (n. p.) a Chachapoyas

Ya lo barruntábamos, el destino, Calvino, la Divina Providencia o la mismísima Virgen del Carmen, que se venera en el mundo entero (felicidades a todas las Carmencitas, con un día de retraso) son capaces de unir dos tierras tan antagónicas, además de por el nombre, por otra cosa más guay, a la que los políticamente correctos suelen llamar “ironías del destino”. Jaén de Bracamoros y Jaén de los sesenta millones de olivos picuales tienen algo más que el nombre. Ya le hemos dado la pista definitiva en el titular: “De Jaén ni pollas a Chachapoyas”.

    17 jul 2010 / 08:32 H.

    Pues sí, ese es el viaje que están haciendo tres compañeros de la Redacción y que, seguramente, nunca imaginaron que al lado de tan recóndita ciudad peruana, famosa por su selva seca, su arroz y por su señor de Huamantanga, había otra, muy importante antes de que los españoles llegáramos, que lleva por nombre, sí, Chachapoyas (ja, ja, ja,    ríanse con ganas, como nosotr@s, que reírse no es pecado y, además, todo el mundo se sulibella cuando escuchan hablar de Jódar, Guarromán o Chilluévar). Por cierto, navegando por internet hemos visto donde está Jaén del Perú según google earth y hasta tiene cerca una ciudad que se llama Loja, ya en Ecuador, el otro país de al lado. Lo dicho, coincidencias que tiene la Divina Providencia...

    Bueno, bueno, que hemos llegado al día 3 de recuento de aventuras y hemos de decir a sus familias y a sus amigos, principalmente, que han llegado bien a Jaén (“A quien Dios quiso bien, casa le dio en Jaén”, sea la parte del mundo que sea). Nosotr@s también nos “inritamos” porque estuvieron horas y horas sin decir ni papa, desconectados del mundo. Y ya hemos sabido por qué fue. Todo tiene una explicación muy sencilla y para hacérselo aún más fácil, les recordamos que viajaron, cargadísimos de maletas y regalos, de Madrid a Lima en avión (9.739 kilómetros), cogieron otra aeronave de Lima a Chiclayo (678 kilómetros), hicieron noche en esta ciudad al lado del Pacífico y, tras darse un paseo para desentumecer los músculos de 24 horas de viaje, se cogieron una camioneta (n-o-n-o-s-l-o-p-o-d-e-m-o-s-c-r-e-e-r) y se hicieron los 325 kilómetros que les faltaba para llegar a Jaén de Bracamoros. Dicen que hagamos las cuentas, que tardaron seis horas y media en los trescientos y pico kilómetros, para comprobar cómo son las carreteras. Vamos, que fueron por los mismísimos Andes peruanos, qué guay. Pero eso ya lo contarán ellos cuando vuelvan, que para eso están allí, para luego hacer grandes reportajes y sacar grandes fotos. La misión del Colectivo Trepabuques es más liviana, hacer más llevadera su espera con estas crónicas a pie de oliva.

    Ah, y nos dicen que digamos que los plantones de olivo ya han sido transplantados a una maceta, para entregarlos decentemente a las autoridades competentes del lugar (eso es nuestro) y que se han salvado cuatro. Que a uno que se quedó la Policía peruana en el aeropuerto hay que sumarle otro más que se ha quebrado, pero manifiestan espontáneamente, sin que los acusemos de nada, por Dios, que este puede retoñar si se le trata con cariño (no sabemos a quién se lo endosarán y si ese hombre será susurrador de olivos en sus ratos libres). Están en Jaén, ya se lo hemos dicho, y allí, cuentan ahora, que hace un calor de esos raros. La respuesta nuestra ha sido rotunda, aunque no tengamos ni pajolera idea: ¡Claro, calor de selva! Dice la wikipedia que allí nunca baja de 15 grados el termómetro. Ea, que se lo tomen con calma. Los calores y el programa de actividades, que dice Rosita (no la del clavel, la de Fuerte del Rey que está de gran tejedora del 12x12) que se ven mañana, tarde y noche con gente. Y que la Asociación de Hijos del Perú de Madrid se está portando fenomenal con Diario JAEN. Nos ponemos un poquito serios y le decimos que campeones, cuando quieran se vienen al Jaén que hay debajo de Madrid y los llevamos de tascas por San Ildefonso a probar el “Rosini” de La Barra o las litronas con queso de cerdo del Bodegón. Y sí, luego nos los llevaremos a bailar ritmos africanos al Mombasa, no se preocupen.

    Llegamos al final por hoy y habrán comprobado que le hemos dicho, reiteradamente, que la expedición periodística jiennense está en Jaén del Perú, a los que llaman jaenenses o jaenos, pero poco más, pero es que apenas si hemos hablado con ellos por eso de las siete horas menos que hay allí (mérito tiene escribir este montón de palabras sin apenas material, ¿o no?). Mañana, mañana será el día que le contemos, desde nuestra peculiar manera de ver las cosas, ese inimaginable, irrepetible, inigualable, encuentro de Jaén con Jaén. Mientras tanto, quédense con la foto que acompaña al texto, la única que nos han mandado en todo el viaje los muy puñeteros.

    Postdata: Los “compis” nos dejaron el encargo de que buscásemos un retratito de Diego Palomino en Andújar y en Torredelcampo, donde nació y vivió tan insigne cartógrafo y fundador de Jaén de Bracamoros. Pero “nothing the nothing”, así que ya le hemos enviado el correito oportuno para que lo busquen ellos allá en las tierras jaenenses donde no hay un solo olivo. ¡Qué cosas tiene el mundo, verdad! Inimaginable para nosotros y nosotras.