De frivolidades y ridiculeces

Vivimos en un país en el que la frivolidad invade a veces las conversaciones a pie de calle. Todavía hay personas escandalizadas por unos señores que reparten pitos en un partido de fútbol o por un tuit de un ciudadano que mantenía una conversación sobre el humor negro.

    19 jun 2015 / 11:06 H.


    Sin embargo, seguimos viviendo en el mismo país en el que el fraude fiscal de la gran banca, las grandes empresas y las grandes familias alcanza el 74 por ciento del total de dicho fraude. Ese fraude es el dinero que nuestro Estado no se gasta ya que no recoge tales fondos. Mientras a las clases populares se les bombardea con frivolidades y los medios de persuasión rozan el ridículo, en este país el fraude fiscal de estos sectores tan minoritarios, un 1%, casi alcanza la cifra de déficit del gasto público social de España respecto a la media de la Unión Europea de los 15, que es de 66.000 millones de euros.
    Mientras discutimos de pitos y tuits, solo en un banco suizo, el HSBC, por poner un ejemplo, hay 596 cuentas de españoles pertenecientes a la vida política, empresarial y de la banca.
    Solo en una de estas cuentas de este banco había 2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las autoridades tributarias del Estado español.
    ¿Por qué el Estado no se atreve a recoger todo ese dinero para gastarlo en nuestro Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios básicos para las personas con dependencia, y otros)? ¿Por qué la gran mayoría de investigaciones de la Agencia Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude representa —según los técnicos de la Agencia Tributaria— sólo el 8% del fraude fiscal total? Tras las elecciones municipales y autonómicas España se está redefiniendo.
    Estamos en una nueva etapa que pide cambios profundos de un Estado que ha perdido legitimidad y que heredó tantas características del Estado dictatorial anterior. Tantas ridiculeces como los pitos y los tuits, no son más que la muestra del pánico que le ha entrado a los poderes financieros, económicos y políticos de este país al ver que estamos en un proceso de cambio.
    Miguel Ángel Olivares