19 jun 2014 / 22:00 H.
Hoy voy a hacer de inglés culto, aunque soy de Suecia, un monárquico sueco que quiere expresar que la Monarquía puede ser compatible con sociedades avanzadas y progresistas. No como en España. Pero no quiero que se me confunda a mi llegada a Madrid con el estilo interesado y oportunista de personajes como Paul Preston, no quiero idealizaciones. Es alucinante hasta qué punto se puede llegar con la incoherencia y falta de rigor en ciertos análisis. Termino de llegar de Estocolmo y me encuentro un exótico país en el que se criminaliza la protesta y se persigue a aquellos que se manifiestan pacíficamente contra los recortes de derechos que se vienen produciendo en los últimos años. Me encuentro un país en el que el poder lo detentan los mismos grupos oligárquicos que hace setenta u ochenta años, con una monarquía que ha sido parte fundamental de ese entramado, que siempre ha estado con esos grupos de poder. Esos grupos que son los únicos que se han beneficiado de la crisis que ha hecho perder las esperanzas a millones de españoles, sus patrimonios, sus empleos, sus empresas, sus viviendas y, en más de un caso, hasta la vida. Un país con una juventud que alcanza una cifra de paro del 50%. Sufrimiento y frustración. Mientras todo esto sucede, ayer se escenificó una sucesión al trono, justo en el momento en el que la Monarquía española pierde su artificialmente creada imagen y popularidad. No podemos olvidar simplemente la historia de este país. En España había un gobierno democráticamente elegido en un Estado republicano que aún existiría si no hubiera habido un golpe militar. Ese golpe militar fue ayudado por el nazismo y el fascismo internacional en contra de ese Estado republicano. La Monarquía en España no existiría sin ese golpe militar y sin el nombramiento del Monarca español por parte del dictador. Tenemos que preguntarnos quién o qué institución lideraba las fuerzas ultraconservadoras que guiaron, dirigieron y controlaron el proceso de transición hacia la insuficiente democracia en España y su deficiente Estado del bienestar.