DAVID CASTRO TOVAR: "Mi generación aprovechó el boom del tatuaje en España"

Juana Valdivia
Pertenece a una generación de referencia que ha recogido el relevo de los míticos tatuadores. Trabaja con los mejores a caballo entre Barcelona, Madrid y Estados Unidos; pero no deja de venir a Jaén donde tiene su casa y al que le une su familia. Extenso mapa geográfico como el que lleva tatuado en su cuerpo.

    24 ene 2010 / 10:59 H.

    —¿Cómo se vincula al mundo del tatuaje?
    —En 1998, casi por casualidad. Siempre me ha gustado el mundo de la pintura y el dibujo. Junto un amigo, Pedro Liébanas, vimos en una revista un anuncio de material de tatuaje. A mis veinticinco años me planteé esta nueva trayectoria. Mi padre me ayudó a comprar el equipo y el material necesario. Así fue como me enamoré de esta profesión; del aspecto técnico de la máquina, del proceso de construcción de las agujas, del diseño, de la variedad de tintas y cómo trasladar el pigmento a la piel, de todo.
    —¿Fueron difíciles los comienzos?
    —Al principio fue todo muy terrorífico. Me enfrentaba ante el desconocimiento absoluto. Este es un círculo muy cerrado donde nadie suelta prenda de nada, hay mucho secretismo, muy “underground”. Fui autodidacta mediante la técnica de ensayo-error. Es complejo, porque no puedes excederte en el ensayo, ya que trabajas con la piel de una persona. Siempre tenía que quedar bien. Comencé probando diferentes maneras de soldar las agujas, de trabajar con el voltaje de la máquina, de regular y ajustar las múltiples combinaciones que me ofrecía el material. Era un universo para mí desconocido, nuevo.
    —¿Cuándo despega profesionalmente?
    —Cuando comencé a moverme, a hablar con gente. Asistí a convenciones donde intercambiaba experiencias con otros profesionales. Siempre he sido de la escuela de oír, ver y callar. En este mundo el preguntar directamente y pretender que te den información es, cuanto menos, una falta de respeto. Me dediqué a aprender mediante la observación e investigar por mi cuenta con aquello que había visto.
    —¿Cómo era el nivel profesional en aquel momento en España?
    —Hace quince años no había un nivel excesivo, salvo casos muy excepcionales, como “Mao & Cathy”, en Madrid. Ha sido un estudio de referencia en el ámbito mundial en el tatuaje. Innovaron y abrieron camino. Mao ha sido el padrino del tatuaje en España cuando era una parcela desconocida, relacionada con presidiarios, marineros y clases sociales desfavorecidas. Mao le dio un nuevo enfoque al significado del tatuaje. Él abrió el mercado. Mi generación es la que realmente ha aprovechado el “boom” surgido en torno al tatuaje en España. Actualmente, hay tatuadores de mucho nivel.
    —¿Cómo se desarrolla su carrera?
    —En una de las primeras convenciones a las que asistí en Barcelona, tomé la decisión de ir a tatuarme a París con uno de mis referentes, “Tintín”. Ver cómo funcionaba un profesional famoso en el ámbito mundial fue como abrir una enciclopedia. Aquella experiencia me abrió la mente. Yo que siempre he sido una esponja puse en práctica todo lo que había aprendido. Me di cuenta de que mi avance no sólo dependía de la práctica, la intención o las ganas de trabajar, sino también de la demanda de la clientela. No me desanimé y trabajé aún más duro; si los trabajos no eran de la índole que pretendía, los suplía dibujando lo que me hubiese gustado tatuar. Recuerdo mis comienzos como una obsesión continua que me hacía volcarme al cien por cien en el trabajo desde por la mañana hasta la noche. Este es un trabajo de veinticuatro horas al día, siete días a la semana y trescientos sesenta y cinco días al año.
    —Y abrió su primer estudio…
    —Sí, en San Ildefonso. Por una parte fueron buenos años, pero para seguir avanzando necesitaba una clientela con cultura del tatuaje y cuyos referentes no fueran los vistos en televisión. Este trabajo tiene, además de la parte creativa, mucho de psicología. Debes ponerte en la piel del cliente y “guiarlos” de manera que el fin agrade a ambos. La inmensa mayoría de las veces la posición que defendemos los profesionales a la hora de presentar un diseño, es la más acertada. Por algo somos los profesionales. Entiendo que el cliente en un principio sea reacio a dejarse aconsejar debido al “mal hacer” provocado por el intrusismo profesional. Mucha gente se ha metido en esta profesión no por profesionalidad, ni por vocación; sino por el halo de “glamour” de estrella del rock & roll, tatuador, cantante o Dj. Si con anterioridad se han dejado aconsejar por algún “pseudo profesional”, a la hora de acudir a un verdadero profesional van con recelo.
    —¿Por qué se produce el salto a Madrid?
    —Tras cinco años con el estudio, sentía la necesidad de seguir aprendiendo, necesitaba “gasolina” para funcionar. El primer sitio donde fui a pedir trabajo fue a Madrid, en “Mao & Cathy” y de inmediato me incorporé a la plantilla. Me volqué en cuerpo y alma. La cantidad de trabajo de calidad se vio incrementada notablemente. Lo que supuso seguir el cauce natural del aprendizaje mediante la investigación, tanto en el plano técnico como en el creativo. Contacté con profesionales  de mi generación referentes en el ámbito internacional del tatuaje español que trabajaban conmigo o en otros estudios de Madrid, como Robert Hernández,  Eneko, el “Brujo” o “Magic Tatto”, entre otros.
    —En la actualidad, viaja constantemente por trabajo…
    —Sí, a convenciones europeas, como, por ejemplo, a Roma o intercontinentales como los Estados Unidos, la meca del tatuaje. También viajo a Barcelona al emblemático estudio “LTW”, donde el trabajo es brutal. Es interesante conocer a los tatuadores que vienen invitados, sobre todo por el intercambio de ideas. Allí trabajan importantes figuras internacionales, como Javier Rodríguez o mi queridísimo amigo “Jondix”. Hace poco estuve en Atenas trabajando con “Mike the Athens” y tengo intención de volver porque hay mucha comunicación. También he retomado el aspecto técnico de mi trabajo. La realización de la maquinaria es algo que me apasiona. Junto con “Coco”, un amigo de Toledo, hemos empezado un proyecto que tiene mucha aceptación. No es un producto comercial, sino para gente que sepa valorar su calidad y como aportación al “dios del tatuaje”.
    —Cuéntenos su teoría sobre “el dios del tatuaje”.
    —Es una broma entre amigos. La idea consiste en rendirle culto al “dios del tatuaje” devolviéndole algo de lo que recibimos como viajar o conocer gente. Lo hacemos mediante la “reinversión” en nuestro trabajo con material, profesionalidad y demás. No tiene nada de espiritual; sí vuelves a reinvertir una parte de los beneficios en tu trabajo, cierras el círculo. Es un modo de estimular el mercado, de alimentar una cadena que te va lleva cada vez más arriba.