Dar fe y tiempo
No solo los notarios dan fe y dicen la verdad, saben y sostienen lo que les ha dicho su tiempo, nunca los voy a cuestionar, porque no tengo ni categoría ni apetencias, ni a quererlos por intromisión vital, y porque al fin y al cabo actúan en el mismo teatro que nosotros.
Siempre les tendré envidia por su desfachatez y solvencia a otros y todos los notarios de este mundo, que saben, pronostican, especulan, disciernen, conjeturan y al final sentencian, nunca sabré ni lo pretendo, saberme la vida por artículos , a pesar de nuestras y sus trashumancias, la fe la tenemos todos, creemos en el silencio y en la mierda, creemos en las burbujas de alegría que tienen todas las personas que nos ven y nos acompañan para darnos sombra y siempre calor, creemos en nuestro espejo que nos mira y nos respeta la antigüedad y algún veces nos engaña como un buen amigo. Es la vida que nos mira y la aceptamos como una madre que nos lleva a la teta y a la leche que nos dieron. Jaén da fe de lo que es y lo que ha sido, da fe de sus muertos rancios y desprevenidos, de sus fallecidos por aburrimientos, de sus grandes jardines sin aromar, de todas las aceitunas que tienen nuestras salivas y nuestros cuencos de silencio. Jaén con esta campaña de azul y parados, con toda la gente que la quiere en su sencillez y en su memoria, con todos nosotros que la respiramos con nuestros hijos y nuestras carencias de hombre inexactos. La verdad es que duele, aunque sea una parrafada sacada de contexto, que los andaluces estamos subvencionados, que se nos espera para dejarnos en la espera. Siempre habrá un sitio para los estúpidos aunque hablen inglés y otras lenguas de comercio. Doy fe, sin ser notario, que Jaén tiene los versos de crema y aquel frágil cristal que le vamos haciendo los vivientes entre estas olivas. Después viene el tiempo, nosotros, los impresentables, los equivocados, los largos de sabiduría, los hombres tontos que se mueren sin saber que se han muerto. Duele que la Catedral tenga goteras, duele Macrosad y todos sus empleados, duele la última insolencia de Ruiz Mateos y todos sus fantasmas, duelen hasta los días de lluvia cuando no hay ningún sol para los cerdos que nos acompañan y alimentan, molesta el ruido que hacen los tranvías por nuestros sueños. En este Jaén que nos acompaña, estamos y somos, nunca sabremos a ciencia cierta, quién lo ha hecho bien o lo ha hecho mal. Parece que todos tenemos necrisis, isis, paralisis, itis, muchas y otras inflamaciones. Todos estamos enfermos de felicidad caducada, y a hasta nuestro a alcalde llama, invoca, y dice: ¡A mí la legión!, y la Legión viene y desfila para nuestro bálsamo irracional. El orden esta puesto para nosotros, para la gente inconclusa, para los que todavía no están cosidos, para los niños que no saben lo que hacen sus padres tan buenos. En fin, doy fe y a destiempo que voy a intentar comprender.
Juan del Carmen es funcionario